Nos recibió muy amable la señora Ofelia, mujer de mediana edad y con muchos años cuidando al maestro,  los suficientes para saber cómo le gusta su café, a qué hora pinta, cuántas horas, las frustraciones de sus últimos bocetos, seguro que ella tendrá muchas más anécdotas a su lado y contadas del mismo Restituto. Mujer de buen talante, gran presencia y muy amena y amable.

Entramos a un salón de buen tamaño, suficiente para un comedor de seis personas y la sala, en medio de esta, bajo los rayos del sol del mediodía y como una flor en medio del monte, solo estar, sin ninguna pretensión ni pose, ahí estaba el Maestro;  sentado en su silla de madera frente a un papel y su caballete, a sus 91 años, mi querido Restituto estaba bocetando su nueva obra.

Me quedé parada, sólo memorizando ese instante, con la boca seca y el corazón rugiendo dentro de mi pecho. Sólo Araceli, se atrevió a saludar al maestro y anunciarle que estábamos ahí.

Se volteó con una sonrisa, tan amable, tan sencilla, con la gracia de los ancianos pero la nobleza de un niño.

Pidió que Ofelia lo acercara a la mesa, estaba él a la cabecera y le extendí la mano para que pudiera apoyarse al sentarse, noté sus manos heladas, blancas y tersas, las manos de papel que había pintado tantos lienzos, tantos que había visto en Internet, en un homenaje que le realizó su amiga de años y mi maestra Araceli, imaginé estas deslizando con el carboncillo el papel que ya había mutado, que ya estaba señalado para  él unos minutos antes.

Tomamos café y  yo quería preguntarle muchas cosas, que me compartiera la esencia de su visión de su trabajo, la paleta que usaba, ¿cómo se había definido al surrealismo? Y hacerlo de una forma que él describió muy acertada como elegante.

Pero querido lector, me quedé muda, no hubo tiempo, pues descubrí que es un gran conversador, que nos contó sus vivencias y sus accidentes caseros, de la caída que tuvo y que describe estos incidentes como “las cosas que Dios le hacia”.

El salón se llenaba de risas de todos que disfrutamos sus historias, el afecto tan profundo de mi maestra Araceli hacia él, años de cariño mutuo. Teresita, una de mis mejores amigas, Jonatán Olvera, mi compañero, y yo estábamos fascinados con el maestro, con sus frases que podría describir como célebres para nosotros.

No se interprete que estábamos como ante un dios, no, estar con el maestro Restituto es  reconciliarte con el arte, con lo que se hace y no se dice, con alguien a quien por lo menos yo admiro desde hace muchos años. Casado con el oficio y renunciando a los requerimientos del mercado, sólo está comprometido con él mismo.

*Artista visual, escritora y terapeuta

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