El que mira la silla, le mira brazos, piernas y una calavera en el respaldo, entonces yo abro mi campo visual y me encuentro con un profundo túnel que me lleva quién sabe dónde, al lado de la silla un hombre con cigarrillo me mira fijamente… invitándome a pasar… en la esquina firma: Restituto Rodríguez.

Hace años que fui con mi  marquero de cabecera, Reynaldo y Mary, los describo en singular porque ellos son como dos en uno, dos manos, una cabeza, cientos de ideas y un amor hacia ellos y los demás, por eso siempre digo que los marcos del Rey son mágicos.

Mientras montaba mi obra, me dio por curiosear, el Rey siempre tiene obra de varios artistas locales, sobre una pequeña repisa, arriba de todas esas obras  estaba un cuadro chiquito de no más de 30 x 35, era una mujer en el confesionario, un hombre arrodillado confesaba su amor o sus pecados, a un lado una manzana con el símbolo NO TOCAR.

Mi mente comenzó a dar vueltas a la obra, tenía tanto con tan poco, pregunte por el autor y el Rey respondió con su talante guapachoso: “Es un cuate que pinta bien chido, Esmeralda, vive aquí en San Juan del Río, se llama Restituto Rodríguez”.
—Restituto… —memorice en mi cabeza, una y otra vez para tratar de no olvidar, porque todo se me olvida.

Pasó el tiempo y un día mi maestra de escritura y promotora de arte,  Araceli Ardón, nos pidió la ayudáramos a restaurar una obra. La desembalamos con todo el respeto de quién tiene un tesoro en sus manos.

Era un lienzo de mediano tamaño, en él habitaba un rinoceronte verde y  a lo largo de su cuerpo se abrían tres ventanas simulando que la alegre bestia con su trabajo era su vehículo, un hombre, una mujer y un payaso al final abordaban al rinoceronte, me maravillé con la narrativa de la obra y la pincelada, la paleta de colores y el dibujo, la obra la firmaba Restituto Rodríguez.

El encuentro con la obra del maestro Restituto no era casualidad, yo misma trabajé seis años el surrealismo, será que por eso identificaba tan bien su hilo conductor, narrativa y concepto, es la segunda vez que me enamoraba del trabajo de un Maestro de la plástica vivo y de Querétaro.

Así que a mis alumnos les  hablé de su obra y de sus temas sagrados, culpables, osados, exquisitos, místicos y que olvidaban todo lo aprendido de la razón.

El 7 de noviembre celebré mi cumpleaños con una invitación de mis amigas  Teresita Balderas y Araceli Ardón, me invitaban a desayunar y pasar la mañana con el Mtro. Restituto, quien a sus 91 años nos recibía en su casa. No puedo negar que no pude dormir pensando todo lo que quería saber de él, quería meterme a su cabeza, abrirla como una mandarina y extraer toda su creatividad y esa forma tan elegante de pintar.

Puedo decir, con mi corazón de artista y ser humano, que el artista que conocí superó su propia obra.

No puedo contarles más porque se me acaban las palabras para el texto, y no quiero apuros para poder compartir la joya viva que tenemos en la ciudad de las cúpulas de color rosa en bengala, pero seguiré con mi relato que a modo de homenaje de este gran Maestro, quien con otros que ya citaré igual de importantes fundo la plástica en nuestra bella ciudad.


*Artista visual, escritora y terapeut

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