“Todos los empleados públicos deberían descender a su grado inmediato inferior, porque han sido ascendidos hasta volverse incompetentes”.
 José Ortega y Gasset

Recientemente, viendo cómo se han manejado temas tan delicados como la pandemia por Covid-19, la inseguridad provocada por el crimen, la crisis económica derivada de la pandemia y la constante amenaza a los capitales privados, recordé una clase de administración en la que el profesor mencionó el llamado ‘principio de Peter’ o ‘principio de incompetencia de Peter’.

Desarrollado por el catedrático de ciencias de la educación de la Universidad del Sur de California, Laurence J. Peter, este principio se basa en el estudio de las jerarquías en las organizaciones modernas y del fenómeno que se da en ellas a partir de la necesidad de reconocimiento al buen desempeño de algunos empleados.

El principio de Peter señala que las personas que realizan bien su trabajo van siendo promocionadas a puestos de cada vez mayor responsabilidad, a tal punto que llegan a un puesto en el que no pueden formular ni siquiera los objetivos de un trabajo; en otras palabras, el puesto les queda grande, y alcanzan su máximo nivel de incompetencia.

“En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia”, The Peter Principle, 1969, Lawrence J. Peter.

Visto el principio de Peter y vista la realidad que enfrentamos en México, podemos concluir que, al gobierno federal en general y al inquilino de palacio, en particular, la teoría de Lawrence J. Peter les viene, como diría el clásico, ‘como anillo al dedo’.

Durante 18 años el inquilino de Palacio se dedicó a denostar a quienes ostentaban el poder; señalaba implacable los errores cometidos por los usurpadores de un poder al que él aspiraba y del que se dijo y se dice robado, aunque hasta la fecha siga sin presentar una sola prueba del fraude de 2006.

Era implacable, sí, era asombrosamente terco en su retórica; encontraba las palabras adecuadas; manejaba a las multitudes como pocos; tenía el chascarrillo oportuno; levantaba el índice acusador y pergeñaba lo que él sí podría hacer.

Criticaba el crecimiento económico de entre 2 y 3 por ciento de los gobiernos neoliberales, pero hoy defiende primero un cero por ciento de crecimiento en el 2019 y justifica una caída de -18.9%, del Producto Interno Bruto mexicano.

Desde su eterna tribuna de candidato contabilizaba y pasaba lista a los muertos de Ayotzinapa y se los atribuía a Enrique Peña Nieto, eran los 43 de Peña y hoy justifica los más de 55 mil muertos por Covid-19 y no reconoce que son sus más de 55 mil muertos.

Apuntaba con el índice y amenazaba a un Donald ‘Trun’ que insultaba a los mexicanos, los llamaba violadores y delincuentes, mientras amenazaba con construir un muro que pagaríamos los mexicanos. Hoy, ese mismo aspirante ya colocado en la tribuna de Toatoani, alaba y llama amigo al que amenazaba con responder tuit a tuit y posteo a posteo de Facebook, cada insulto, cada amenaza y, al mismo tiempo, coloca a miles de integrantes de la Guardia Nacional en la Frontera Sur para detener el flujo migratorio de Centroamérica a Estados Unidos; es el muro humano de Trump, pagado por los mexicanos.

En resumen, en poco más de 20 meses hemos visto cómo el Principio de Peter se ha hecho realidad en el inquilino de Palacio que siempre fue un excelente candidato pero que, al asumir el papel al que por años aspiró, no fue capaz de realizarlo adecuadamente.

Luego entonces, ajustando el principio de Peter a la realidad mexicana podemos decir que: “En la jerarquía política mexicana, AMLO es el empleado que ascendió hasta su nivel de incompetencia”. Digo.
El último párrafo. Más de 55 mil muertos por COVID-19, más de 55 mil familias de luto, más de 55 mil historias de angustia, horror, dolor y pérdida. Más de 55 mil condolencias que nos faltan. Nos faltan más de 55 mil. Les digo.

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