El INE es una institución necesaria nacida de la desconfianza que la corrupción e impunidad generan en las personas. Por eso este año decidí participar en el proceso electoral como Consejera Distrital en el INE para ver de cerca las “entrañas de la bestia” y aprender cómo se organiza la elección más grande y compleja de la historia de México.

Tengo que decir que en verdad me ha sorprendido la dedicación y el compromiso de quienes, desde ese instituto, contribuyen a proteger la frágil democracia mexicana. El número de candados y procedimientos para garantizar la transparencia de las elecciones que aplica el INE es inmenso, la talacha mayúscula y el trabajo interminable.

En las juntas locales se respira un frenesí constante, desde las vocalías que se encargan del registro de ciudadanos y ciudadanas en el padrón electoral, pasando por quienes supervisan la capacitación e instalación de las mesas directivas de casilla hasta quienes serán los y las responsables de contabilizar y verificar los resultados. Descargan cajas, caminan las calles e incluso a deshoras buscan, casa por casa, a las cientos de miles de personas que el día de la elección donarán su tiempo para que podamos ejercer el derecho a decidir en paz.

Y tengo que ser honesta. Más allá de mis convicciones políticas personales y de la crítica constante que realizó a partidos y los gobiernos emanados de ellos, debo reconocer que ver de cerca la organización de la elección de junio de 2021 ha hecho crecer mi confianza en el árbitro de nuestras elecciones. Tal vez por eso siento un particular desprecio por quienes se dedican, sin ton ni son, a descalificar al INE.

Por supuesto que varios de los procedimientos son perfectibles y pueden mejorarse. Pienso por ejemplo en la cantidad de papel que se utiliza, en la necesidad de eficientar el uso de sistemas digitales y en la enorme cantidad de protocolos de operación, muchos  redundantes. Sin embargo el INE es necesario para garantizar contiendas, si no civilizadas (eso depende de los partidos y candidatos), si perfectamente reguladas. El INE es necesario para aplicar las leyes que, paradójicamente, muchos de sus creadores buscan violentar, para proteger los derechos políticos electorales de las personas más vulneradas de nuestra sociedad y para garantizar la paridad.

Ser Consejera Distrital me confirma que no es en las casillas ni en el conteo de votos donde se cometen los fraudes y chanchullos. Es en las negociaciones en los oscurito, es en la corrupción al seleccionar candidatos y candidatas, es en el abuso y el gasto ilegal en las campañas, es en la falta de apego a derecho con el que se comportan muchos y muchas.

Descalificar al INE descalifica a todas las personas que organizan la elección, descalifica a los miles de capacitadores y capacitadoras electorales y descalifica a cientos de miles de funcionarios y funcionarias de casilla.

Y eso, en una verdadera democracia, es inaceptable.

Maricruz Ocampo

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