Estimadas y estimados lectores, antes que nada deseo que hayan pasado un excelente fin de año en compañía de sus seres queridos. Uno de mis propósitos de Año Nuevo fue compartir con más personas la luz maravillosa que es el feminismo. Sí, lo sé, el feminismo está demasiado satanizado, es un impertinente, basta con mencionarlo y cual palabra mágica, inmediatamente, nuestros interlocutores tuercen el gesto, muestran desagrado, se ponen a la defensiva o comienza el debate.

El feminismo nació mientras corría el siglo XVIII y los revolucionarios e ilustrados franceses, también las francesas, comenzaban a defender las ideas de “igualdad, libertad y fraternidad”. Por primera vez en la historia se cuestionaba política, entre los privilegios de cuna y aparecía el principio de Igualdad. Sin embargo, ellas, las que defendieron que esos derechos incluían a todos los humanos terminaron en la guillotina, ahí está la magnate Olimpia de Gouges. Aunque hay antecedentes del feminismo antes del siglo XVIII, diremos que el feminismo es un hijo no querido de la Ilustración, al decir de Nuria Varela.

El feminismo es un discurso político que se basa en la justicia. Es una teoría y práctica política articulada por mujeres que tras analizar la realidad en la que viven toman conciencia de las discriminaciones que sufren únicamente por ser mujeres y deciden organizarse para acabar con ellas y cambiar la sociedad. Partiendo de esta realidad el feminismo se articula como filosofía política y al mismo tiempo como movimiento social. Con tres siglos de historia a sus espaldas ha habido épocas en las que ha sido más teoría política, y otras, como el sufragismo, donde el énfasis estuvo puesto en el movimiento social.

Además de ser una teoría política y una práctica social, el feminismo es mucho más, por supuesto nada tiene que ver con el machismo. El discurso, la reflexión y la práctica feminista conllevan también una ética y una forma de estar en el mundo. La toma de conciencia feminista cambia de manera inevitable la vida de cada una de las mujeres que se acercan a él. Como bien dice Viviana Erazo: “Para millones de mujeres, el feminismo, ha sido una conmoción intransferible desde la propia biografía y circunstancias y para la humanidad, la más grande aportación colectiva de las mujeres. Removió conciencias, replanteó individualidades y revolucionó, sobre todo en ellas, una manera de estar en el mundo”.

Hace unos años me contagié de feminismo, como dice Sara Sefchovich: “Por mi culpa, por mi culpa, por grandísima culpa empecé a ser feminista y sin vergüenza ninguna”. Y es que ¿cómo no ser feminista si desde que el feminismo entra en el sistema circulatorio la vida adquiere un sentido y una libertad que no tenía antes?, ¿cómo no ser feminista si gracias al feminismo se entienden de otro modo las cosas y se vive mejor la vida por lo que se sabe que se puede hacer y lo que no se puede tolerar?, las ideas feministas tienen una influencia decisiva sobre la conducta individual y sobre la social: marcan, definen y cambian el rumbo de la propia vida y de la historia. Me gustaría y creo que necesitamos que nuestras presidentas, diputadas, regidoras y todas aquellas mujeres que ejercen el poder se contagien de feminismo, necesitamos a feministas en el poder para eliminar el sistema patriarcal en el que vivimos y que por siglos ha coartado nuestros derechos y libertades, beneficiando únicamente a la mitad de los humanos.

Ojalá que quienes me leen se contagien de feminismo...

Oradora Nacional. Premio Estatal de la Juventud Querétaro 2013. @MadalyrmDavila

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