Un barco navega en la Antártida, observando a una lejana y prudente distancia de las paredes de un glaciar. Los tripulantes, filman y toman fotografías de un paisaje que permanecerá congelado en las imágenes y nunca más en la realidad. Parece tener vida propia emitiendo ruidos que se perciben con claridad aún en esa lejanía, como si pidiera auxilio o protestara por lo que le ha venido sucediendo desde hace muchos años en este planeta que nos expresa su verdadera fragilidad con el calentamiento global. La especie humana, en el transcurso de su evolución, ha manifestado su calidad de alto depredador en la cadena alimenticia y en la posesión del hábitat de muchas otras especies para buscar tan solo su propio beneficio, lo que puede sonar bastante lógico en la cotidiana lucha por la supervivencia. Sin embargo, al desarrollar el mayor nivel de inteligencia entre las especies y con ello el aprendizaje con establecimiento de valores sociales para la gran mayoría, nos hemos dado cuenta en la actualidad, que debemos ser también responsables y corresponsables de mantener el equilibrio en el entorno, reconociendo que cada especie viva, juega un papel determinado para ello y así garantizar que siga adelante el ciclo de la vida. De pronto, en la ironía de una alarmante belleza, el ruido de crujidos en el mar se incrementa y quienes están en el barco, ven cómo se desprende un enorme bloque en la pared del glaciar para caer con fuerza en el agua y provocar un espectacular caos, hasta que comprenden que son testigos de una gran tragedia en marcha.

La Antártida alberga el glaciar más importante y peligroso en el planeta, el Thwaites, conocido como “el glaciar del juicio final”, una nada agradable metáfora. A decir de los expertos, en el transcurso del siglo que vivimos a partir del nuevo milenio y en tan solo cien años, su colapso podría generar el incremento de 80 centímetros en el nivel del mar y con ello poner en peligro muchas de la ciudades costeras. Sus características, su ubicación y la escasa oportunidad de estudiarlo, lo que se logró hasta hace poco tiempo utilizando un submarino de alta tecnología, son la razones para considerarlo tan peligroso. Desafortunadamente, los resultados del estudio confirman el alto riesgo que implica su derretimiento y el impacto negativo que tendría para nuestro planeta y para los seres humanos.

La actualidad  le estamos dando prioridad al proceso de resiliencia mundial ante la pandemia y ante los múltiples daños colaterales que ha traído consigo. El cambio climático podría generar un daño mucho mayor que el de la pandemia que nos aqueja.

Hoy que estamos reinventando tanto sobre la humanidad pensemos más en la permanencia de nuestra especie a través de las futuras generaciones, estamos obligados a actuar considerando que el cambio climático no es una moda o un tema sobre el cual hablar, sino una obligación para con nuestros descendientes, de tal suerte que cuando algunos de ellos viajen en un barco en la Antártida, sean testigos de eventos repletos de vida en este planeta y en este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

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