—Abuelito, mi mamá me preguntó ¿qué quería de regalo de Navidad?, y no supe responderle. Cuando tú tenías 18, ¿qué te hubiera gustado de Navidad?

—Mi cine particular. Siempre deseé con toda mi alma poder ver mis películas favoritas en el lugar en el que yo quisiera, a la hora que yo deseara, las veces que me diera la gana, para no tener que viajar desde Veracruz hasta el Distrito Federal a la Cineteca Nacional, cuando estaba sobre Tlalpan. 

—Pero ya existían las videocaseteras, ¿no?

—Yo desconocía su existencia. Lo más cercano eran los proyectores de 8 mm., pero tener uno era tan caro como tener un coche, y si tenía sonido, lo doble. Iniciando los 80’s llegaron a México unos reproductores de discos láser. El primero lo vi en una pequeña cafetería de la colonia Roma, eran videos musicales, de corta duración.

—Yo no hubiera podido vivir sin mi iPod, sin mi celular y sin mi laptop. 

—Las películas que deseaba coleccionar eran musicales, de terror y de ciencia-ficción. Ente estas existía una que se llama Cuando el destino nos alcance, donde el futuro era terrible, porque nos comíamos unos a otros en forma de galletas. Comúnmente si ves alguna peli futurista, como que te dan ganas de morirte ya.

—A mí me gustó mucho la de Blade Runner que me llevaste a ver. Era un mundo oscuro, raro, demasiado… nuevo. ¡Lo más padre fueron los robots humanos! 

—Los robots es una de las propuestas para arreglar el mundo. La otra es la manipulación genética, y de hecho un científico chino acaba de asegurar que había alterado genéticamente los embriones de dos gemelas para desactivar de manera efectiva el gen relacionado con el VIH que posee el padre.

—La muerte es algo natural, y ellos me dan como miedito, no sé…

—De hecho le llaman el Frankestein chino. La verdad es que el futuro ya está aquí, y tú vas a vivir muchas más de estas situaciones y descubrimientos, que al menos yo no pensé que llegaría a ver.

—¿Como cuáles?

—Pues mira, concretamente la Volkswagen aseguró que su próxima generación de autos será la última de gasolina, y que a fines del próximo año va a iniciar la producción de su primer coche 100% eléctrico. 

—Bueno, si ya vi los prototipos de los autos voladores. Pero ahora va a ser peor, porque van a chocar arriba y a explotar abajo, matando gente al 2 x 1. 

—Ay, Hijo, ¡ni Dios lo quiera!

—Dios nada tiene que ver en esto.

—¡Tiene todo que ver! Él nos dio el libre albedrío, y eso nos permite decidir, elegir, modificar, pero también regarla, incurrir en delitos o acciones negativas. Como seres humanos tenemos la oportunidad de salvar o matar. Tenemos la posibilidad de creer en Dios o no.

—Qué bueno que lo mencionas. Mira, anoté algo para comentártelo. Acaban de subastar una carta original de Albert Einstein en la cual escribió con su propia mano: “La palabra Dios no es para mí más que la expresión y el producto de la debilidad humana”.

—Pero… ¿cuál es el problema de ser débil? La debilidad forma parte de nuestra humanidad, al igual que la ira, el placer y el amor. Y es justo lo que te digo, tenemos la fortuna de elegir, de aceptar o rechazar. Y yo elijo creer en el amor de Dios, y en la buena fe de los hombres. 

—Pues yo elijo no creer en nada de eso, y menos después de saber la cantidad de sacerdotes que a lo largo de tantos años, y en todo el mundo, han estado violando a tantísimos niños que confiaban en ellos.

—Siento que tu corazón se está endureciendo.

—Y entonces, ¿qué pedirías de Navidad?

—Que los jóvenes de todo el mundo no sean tan duros, que encuentren el amor dentro y fuera de ellos, que reconozcan la bondad en otras personas y que vuelvan a creer.

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