El federalismo es una cuestión que está inmersa en nuestra historia constitucional. Desde los inicios de nuestra vida independiente hasta la restauración de la República fue un tema que dividió a la nación. Federalismo o centralismo eran las dos propuestas fundamentales para la organización del Estado mexicano. En la lucha finalmente prevaleció el federalismo. Sigue siendo un tema materia de estudio y expresión de un ideal de la población de nuestro país.

El gobierno entrante tiene ciertos elementos legales para implementar las reformas que considere necesarias para poner en marcha sus programas, pero la población tiene el derecho de señalar la posibilidad de que dicho gobierno esté construyendo una estructura clientelista paralela. El nuevo gobierno federal podría provocar un caos administrativo, habrá duplicidad de funciones, sin una clara responsabilidad de servidores públicos por la falta de líneas claras de mando y, por supuesto, sin transparencia en la rendición de cuentas.

¿Qué significa el federalismo para los mexicanos? Tenemos que recordar, como lo hemos comentados, que el federalismo ha sido el motivo de los grandes movimientos nacionales. Recordemos.

El constituyente de 1823–1824, destaca la intervención de Manuel Crecencio Rejón, uno de los defensores del federalismo, se dirigía a la asamblea constituyente así: “Las provincias se hallan en la mayor efervescencia, todas claman por el gobierno republicano federado;… ¿Cómo podrán estos pueblos tranquilizarse? Cuando se les reconozca como estados Federales.”

Obligado de esta manera, el 12 de junio de 1823, el congreso emitió lo que se conoce como “voto compromisorio” o “voto federal” “El soberano Congreso constituyente, en sesión extraordinaria de esta noche, ha tenido a bien acordar, que el gobierno puede proceder a decir a las provincias que el voto de su soberanía es por el sistema de república federativa…”

Hubo diversas causas que precipitaron el final de la república federal: el punto principal del debate se centró en la necesidad del federalismo o la renuencia a éste, pero se daba, de hecho, por terminado el experimento de 1836.

En 1846 el presidente interino José Mariano Salas restauró la Constitución de 1824 con el Acta de Reformas, lo que devolvió a México su sistema federal creando una Suprema Corte de Justicia para la vigilancia de su cumplimiento.

Tras el desconocimiento de la presidencia de Santa Anna, en 1855 Juan Álvarez toma el cargo y expide una convocatoria para un Congreso Constituyente. Ignacio Comonfort fue por tanto quien recibió del Constituyente instaurado por Juan Álvarez la Constitución de 1857 que reorganizaba al país como una República Federal.

Cuando faltó el presidente, de acuerdo con la Constitución, ocupó el cargo Benito Juárez quien era titular de la Suprema Corte de Justicia. Durante su mandato, se propuso dar vigencia a la Constitución de 1857.

En 1884 Porfirio Díaz regresa al poder, esta vez centralizando la política para crear una dictadura autoritaria, generando estructuras políticas frágiles. Cuentan algunos historiadores que en los eventos oficiales presentaban primero al representante presidencial y después al gobernador en turno. Para algunas voces, los “delegados de programas sociales”, se equiparan a esta figura, lo que ha puesto en alerta a algunos gobernadores, y a los mexicanos.

Ese sistema de representantes del gobierno federal en cada entidad, como lo comentamos en párrafos arriba, fue puesto en práctica durante el porfiriato, el general tenía enviados en todo el país, a fin de controlar absolutamente todo el territorio nacional, algo que algunos articulistas dicen, se puede repetir en el sexenio que está por iniciar. Otro comentario inquietante es en el sentido de que el delegado federal en turno podría ser, en algunos casos, el candidato a gobernador de la entidad, por un sinfín de actos anticipados de campaña, pues durante seis años tendrá el control de los programas sociales y de los fondos federales.

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