La Constitución debe ser el escudo que garantice los derechos y libertades, además de definir la estructura del Estado. El texto que limite e impida el abuso de la autoridad y procure el control recíproco de los poderes. La vigente cuenta con más de 700 reformas que integran un documento tres veces más extenso que el promulgado en Querétaro (1917). Entre las cosas que estorban el desarrollo está la Constitución que debería ser el texto que lo impulsara. Elisur Arteaga ha escrito que el texto está “perdido en una ramplona verborrea”. Más que Constitución se debería aludir “a un derecho reglamentario de la arbitrariedad y el abuso”.

La Constitución es un acto de voluntad popular, susceptible de ser respetada y hasta venerada. No obstante, la actual perdió su majestad. Varias propuestas del próximo gobierno toparán con la legalidad o en casos extremos con su constitucionalidad. Para alcanzar la Cuarta Transformación se tienen que modificar las leyes y hasta la Constitución, lo que no parece ser problema, pues habrá mayoría legislativa. Si las propuestas topan con la ley, peor para la ley vigente. Si las propuestas topan con la Constitución, la Suprema Corte tendrá la última palabra. El fantasma de una nueva Constitución recorre México.

Si lo que se pretende es realmente una “Cuarta Transformación” será necesario que emerja una “Cuarta Constitución” para el advenimiento de la “Cuarta República”.

La Constitución cumplió su cometido histórico. Institucionalizó la Revolución y fue eje de la paz que anhelaba el país en 1917. Se convirtió en una de las cinco más antiguas y su longevidad es causa de su escasa vigencia. La vigente es el texto más reformado que hay en el mundo. Además existen en su contenido lo que Jorge Carpizo calificó de “cláusulas borrachas”, aludiendo a las contradicciones inexplicables, negando el principio de que una Constitución no puede contradecirse.

Si se trata de refundar la República, si el cambio prometido va en serio, no existen como ahora las condiciones para generar una nueva Constitución que estaría llamada a ser la primera gran Constitución del siglo XXI en el mundo, como lo fue en su momento la promulgada en Querétaro en 1917, que ya rindió todos los frutos que la patria esperaba. Ahora como los pitchers en las últimas entradas, necesita relevo.

El fantasma de una nueva Constitución recorre México.

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