Su nombre es Greta Thunberg y en su corta edad ya ha generado un impacto profundo en la historia. Esta joven sueca, de tan solo 16 años, se ha convertido en la conciencia del mundo. Su misión: rescatar el planeta. Su aventura comenzó hace un año. Hasta ese momento, Greta era un niña normal, que compartía la misma preocupación que tenemos millones de personas a lo largo y ancho del mundo: la preocupación de que la acción humana está acabando con nuestro único hábitat. Sin embargo, contrario al resto, Greta decidió actuar.

Sin muchos aspavientos y de forma tranquila, acudió un viernes a la sede del Parlamento sueco únicamente acompañada de un cartel que reclamaba la acción de su gobierno en contra del cambio climático. A partir de ese día, Greta empezó a ir todos los viernes, lloviera o nevara, al mismo lugar, con la misma consigna. Su persistencia y su congruencia encendieron la llama.

Cada viernes, niñas, niños y jóvenes de todo el país se fueron uniendo a la lucha pacífica de Greta y, tranquilamente, ante el Parlamento sueco, un grupo cada vez más grande de estudiantes se congregaba para recriminarle a sus mayores, que sus actos irresponsables están acabando con su futuro, con el futuro del mundo que ellos van a heredar.

La protesta trascendió las fronteras del país escandinavo, y en tan solo unos meses, el conocido como movimiento de huelgas escolares, congregó a más de un millón y medio de estudiantes en todo el mundo. De forma inédita, la voz de los pequeños se levantó en medio del egoísmo, la avaricia y la estupidez de los mayores. Con la fuerza que otorga la sensatez, Greta y sus compañeros argumentan que nuestros coches, nuestros aviones, nuestras plataformas petroleras, nuestros plásticos de un solo uso, nuestro consumismo desbocado y nuestra depredación de recursos naturales están destruyendo su porvenir.

La primera reacción fue de desprecio: qué sabrán unos niños inexpertos de las complejidades del mundo real. Pero el movimiento fue ganando adeptos: desde el Papa Francisco hasta prominentes políticos europeos recibieron a Greta y le dieron un respaldo definitivo al movimiento que encabeza.

Ahora mismo, Greta se encuentra cruzando el Atlántico rumbo a Nueva York, a bordo de una embarcación –no se sube a un avión por la contaminación que genera un vuelo trasatlántico–, y su objetivo es asistir a la cumbre sobre el cambio climático auspiciada por la ONU el 23 de septiembre. Sin ser una adulta, en un mundo de adultos, la joven sueca será la protagonista del evento medioambiental más importante del mundo.

Así, el ejemplo de Greta Thunberg está logrando lo que muchos creían imposible. Y lo está logrando sin teatros. Educada, no habla más de lo necesario y nunca levanta la voz. En un mundo que sufre la estridencia de Trump y similares, Greta es la muestra de que otra política es posible: no se necesita gritar ni hacer circo si la verdad, la honestidad y la coherencia son las armas de batalla.

Pocas personas en el mundo pueden presumir de la autoridad moral y de la congruencia política que tiene esta joven sencilla, que no busca ningún beneficio económico, no busca ningún puesto de poder, no busca ninguna gloria personal: solo busca que el sol brille mañana.

En medio de una realidad donde abundan los actos de odio y egoísmo, este es un ejemplo que debemos valorar. Con humildad, debemos escuchar las palabras de Greta, que son las palabras de nuestros hijos: si no cambiamos hoy no habrá nada que heredarles mañana.

Diputado federal por Querétaro

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