El pasado jueves 8 de noviembre, la sesión ordinaria que se celebraba en la Cámara de Diputados fue sacudida por una terrible noticia.  La diputada Carmen Medel Palma recibió una llamada telefónica. Su hija de 22 años, Valeria, había sido asesinada en un gimnasio de Ciudad Mendoza, Veracruz. Nuestra compañera sufrió el dolor más grande que una persona puede sufrir: perder a un hijo. Y, peor aún, perder a una hija tan joven, de una forma tan cruel.
 
Poco después, la sesión fue suspendida y reinó en el recinto legislativo un silencio sepulcral. La violencia sin sentido que desgarra el alma de México había golpeado de forma directa a uno de nosotros. La sensación de impotencia, impunidad y dolor que todos los días ensombrece nuestra patria, había golpeado una vez más, y había golpeado en el corazón de la Cámara de Diputados. Carmen se fue a Veracruz para velar a su hija, dejando atrás un vacío que da testimonio del momento tan oscuro que atraviesa México.
 
Este 2018 el suelo mexicano se ha teñido de sangre. En lo que va del año, ya son más de 22,000 homicidios los registrados a nivel nacional. Todas las mañanas amanecemos con noticias de sangre, y todas las noches nos acostamos con la incertidumbre del nuevo día. La violencia ha tocado las fibras más profundas de nuestra sociedad, limitando nuestra libertad y nuestros derechos fundamentales. Como padre de dos hijos, me da miedo asomarme a la tristeza y a la rabia que embargan el corazón de nuestra compañera Carmen; no puedo más que pedir por el descanso de su hija y ofrecer mis sinceras condolencias. Como legislador, renuevo mi firme compromiso con la pacificación de México; no es posible seguir viviendo lo que estamos viviendo. Y como mexicano, me duele la realidad de este gran país, una realidad creada por el reinado de terror de unos cuantos, que sumen en la barbarie el devenir de todo un pueblo.
 
Esta legislatura quedará marcada por el grito helado de una diputada que recibió la noticia del homicidio de su hija. En el centro de la vida política nacional se hizo presente la realidad. Esta marca de sangre nos debe impulsar a todos los legisladores a abandonar nuestras diferencias, para unirnos contra la violencia, la corrupción y la impunidad que carcomen los cimientos del Estado mexicano. No es posible seguir así.

Espero que Carmen encuentre la fortaleza para superar esta difícil prueba. En San Lázaro la estaremos esperando para trabajar y honrar la memoria de su hija, Valeria. Su dolor, es el dolor de todos. Le mando a ella y a toda su familia mi más sentido pésame. Qué Dios los bendiga.

Diputado federal por Querétaro

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