En días pasados conocíamos la lamentable noticia del fallecimiento de varias personas, entre ellas varios mexicanos, en el interior de una tienda de autoservicio en El Paso, Texas, a manos de Patrick Crusius. Fue un crimen al azar, pero motivado por la actitud supremacista. El atacante, igual que cualquier terrorista, está movido por razones ideológicas perversas, publicó para justificar sus actos de que Estados Unidos está siendo “invadido” por migrantes latinos y mexicanos y simplemente llama a la rebelión, al ataque armado para revertir esa invasión.

El discurso de Donald Trump, enaltece la supremacía blanca, ataca a mexicanos o aquellos que su piel no es puramente blanca. Maneja un discurso demagógico e inmoral para obtener el poder. La arenga al odio, ha llevado a su administración a decenas de tiroteos y asesinatos.

Este trágico acontecimiento, es motivo de reflexión sobre los discursos que dividen a los pueblos y a sus habitantes. Es un mensaje para el gobierno y la sociedad.

El discurso de odio se basa en argumentos dispares, adopta expresiones diversas y adquiere diferentes niveles de gravedad, desde manifestaciones difamatorias hasta discursos que llaman abiertamente a la violencia.

El discurso de odio a menudo se ampara en la libertad de expresión, una libertad que no es absoluta y está limitada cuando colisiona con otros derechos como la igualdad, el derecho al honor o la dignidad de la persona. Los argumentos utilizados en el discurso de odio se basan en prejuicios y estereotipos sobre colectivos que, por su simplicidad y repetición, calan en la población con facilidad, sobre todo en un contexto de crisis económica y social. Un discurso que, además, ha encontrado en redes sociales el canal de propagación ideal, entre otros motivos por el anonimato e impunidad que la red permite a sus autores.

Y si quienes tienen una responsabilidad pública y medios de comunicación a su alcance no cuidan su discurso y todas las mañanas se la pasan denostando a los mexicanos, alguien puede creer estas afrentas e inevitablemente va a atacarlos.

Lo que comenzó como un compromiso de comunicación se ha convertido en una peligrosa exhibición de incongruencias y agresiones. Se insulta, se divaga, se dicen las frases de siempre. Quien cuestiona es tachado de inmediato como un interlocutor indigno. La intolerancia frente a la opinión discrepante se escenifica todos los días.

Algunos articulistas opinan que lo que vemos en las conferencias de la mañana refleja un estilo de gobierno y no solamente una rutina publicitaria, y si es así, hay razones para estar intranquilos. Preocupante porque no se advierten límites, ni prudencia, porque se exterioriza el desprecio por la ley, la experiencia, el conocimiento técnico y la estadística.

Cuando un gobierno, ataca a sus adversarios genera encono, si utiliza un discurso de odio desde el poder, alimenta el rencor desde la tribuna, crea en las redes sociales ira y resentimiento. Por lo tanto, los contrarios reaccionan de la misma manera por la impotencia que sienten, irritación y desesperación al ver que su país se está descomponiendo.

El anonimato que permite internet es uno de los factores que facilita la difusión de mensajes de odio, lo cual es grave, alerta, “ya que los medios sociales del ciberespacio son un termómetro social con el que también se va normalizando la discriminación”, “el ataque se vuelve políticamente correcto, donde en ocasiones no se ve tan bien tener un discurso homofóbico, pero sí clasista.

Evitemos que en México haya una tragedia como en Texas, debe parar la persecución, los insultos e intimidación contra quienes opinan diferente. La proliferación de comentarios y expresiones ofensivas y extremas pueden generar un clima social que acabe desembocando en episodios de violencia y, en contextos conflictivos o sociedades divididas.

Ex presidente municipal de Querétaro y ex legislador federal y local. @Chucho_RH

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