El pasado sábado el Presidente de la República “convocó” a conmemorar el 85 aniversario de la expropiación petrolera de 1938 promovida por el presidente Lázaro Cárdenas.

El discurso del Presidente fue relevante, intenso y cargado de lecturas entre líneas. Se refirió ampliamente a varios temas: desde situaciones históricas, la defensa de la soberanía nacional frente a los discursos de injerencia promovidos por Estados Unidos, los logros de su gobierno hasta la determinación a continuar con la “transformación del país”.
Ocurrió de todo menos la conmemoración motivo de la reunión. El evento trajo consigo múltiples lecturas en uno de los momentos clave de la política mexicana: el de las definiciones rumbo al 2024.

Bajo el análisis de los expertos, la concentración se hizo para contrarrestar la manifestación multitudinaria que realizó la sociedad hace unas semanas, donde miles de personas marcharon para protestar por las reformas al Instituto Nacional Electoral (INE) y otras instituciones, lo que tiene preocupado al presidente de la República, pues es de señalarse que ahora la agenda la marcó la población y el ejecutivo Federal ya se adhirió a ella.

Por otro lado, hay quienes opinan que anunció la carrera al “maximato” versión actual al asegurar a sus simpatizantes que sus políticas y programas seguirán vigentes sea quien sea el candidato de su partido que le sustituya en el gobierno si ganan las elecciones de 2024.

La forma es fondo, los símbolos no son en vano. En el evento, estaban sentados codo a codo, Adán Augusto, Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard. Algunos interpretan que, por su  discurso, Sheinbaum está siendo valorada cuando criticó a Lázaro Cárdenas en elegir a un sucesor “moderado”, en referencia a Ávila Camacho, y no a aquel con mayor afinidad ideológica, como lo fue Francisco J. Múgica.

Otro asunto que le preocupa es Marcelo Ebrard, ligado a la trayectoria de López Obrador, pero renuente a depositar en su sombra sus méritos propios, Ebrard ha hecho gala de que su estilo propio de gobernar es el de la “continuidad con cambio”, está dispuesto a apartarse de la línea política del presidente y construir su propia propuesta para alcanzar la candidatura en 2024.

En su libro Ebrard afirma que el país está a tiempo de “cambiar para siempre” y convertirse en una nación de “clase media mayoritaria”. Mensaje contradictorio para la autodenominada Cuarta Transformación, pues su éxito electoral se ha basado en la entrega de programas sociales. Un país de clase media mayoritaria implicaría que muchos de los actuales beneficiarios emergieran de la pobreza, con lo cual dejarían de ser destinatarios del asistencialismo y, por tanto, no dependerían del gobierno y su partido. Tema molesto para el presidente pues dejó claro que sólo quiere como aspirante de Morena en 2024 a alguien hecho a su imagen y semejanza.

La causa principal del desencanto en los gobiernos es que tienen que tomar decisiones. Desde la oposición no hay riesgo: se puede prometer permanente e impunemente. Por eso el presidente sigue en campaña, no quiere irse, ni quiere que se le cumplan los plazos, llegó a la Presidencia sin una idea clara de cómo guiar el gobierno. Tenía otras ideas: concentrar todo el poder posible, recuperar un gobierno grande como el de hace décadas, hacerlo con los recursos que le darían el petróleo y la electricidad. Ha logrado en alguna medida concentrar el poder, pero eso ha destruido la capacidad de gestión del gobierno, sus instituciones y el estado de Derecho.

Pero insiste en que su “transformación” continuará con otras personas, por eso afirma que sus adversarios no ganarán, no importa qué hagan. Pero nadie puede engañar a todos todo el tiempo, y los plazos sí se cumplen.

En política, el manejo con precisión de los tiempos es “esencial y definitorio” y hay elementos que indican que el partido del presidente competirá fracturado. Personas y grupos que lo apoyaron, ahora manifiestan su desacuerdo.

Expresidente municipal de Querétaro y exlegislador. @Chucho_RH

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