El anuncio de la cancelación del Aeropuerto en Texcoco por parte del presidente electo Andrés Manuel López Obrador marca el deslinde del poder público con el poder económico, desde luego que la decisión generó resistencias naturales por parte de quienes se sienten agredidos en sus intereses, la separación de la iglesia del Estado, no se dio en medio de un jardín de rosas, por el contrario.

A toda acción corresponde una reacción en igual magnitud y dirección, pero de sentido opuesto, afirma la Ley de Newton, no tendría por qué ser diferente en política, máxime cuando es la pasión la que gobierna el espíritu de quienes participan en ella.

La maquinaria del viejo sistema se resiste a apagar motores, se resiste a quedar fuera de las decisiones nacionales, para ello, como en las batallas, intentan atacar con las baterías que aún le quedan, para ello movilizan su caballería en busca de un flanco débil, muy a su estilo, como en sus momentos de gloria.

Han intentado en vano una guerra mediática, las palabras del constitucionalista Diego Valadez, buscan impactar, negativamente, en el ánimo del nuevo gobierno, a manera de su reflexión “personal” intenta dirigir dardos de incertidumbre al asegurar que “para que tenga éxito se necesita que quienes gobiernen sean las instituciones políticas muy sólidas, y entonces sí, a pesar de que estemos actuando, no contra un poder económico nacional, sino contra poderes económicos de todos los niveles, incluyendo los internacionales, cuando tengan en frente, no a una persona sino a un Estado con instituciones muy poderosas, las relaciones van a cambiar ”, pretendiendo infligir el temor que nos enfrentamos a una especie de Leviatán económico.

Nada más alejado de la realidad, si, además, agregamos que, en el mismo texto de la revista Proceso, en su edición número 2192, el ex Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación lamenta la nula participación del Congreso en el proceso, pues, sin duda, el Presidente Andrés Manuel López Obrador en su momento tendrá a los legisladores de Morena como aliados indiscutibles para consolidar a México como un potencial destino de inversión.

Ante este escenario en el que los poderes fácticos intentan, inútilmente, debilitar el ánimo transformador de los mexicanos, es necesario advertir que el próximo Presidente de México no ésta solo, tiene el respaldo democrático más sólido de los últimos años, con una agenda de gobierno definida en función de los intereses de los mexicanos por encima de los grupos económicos beneficiados en los últimos sexenios, la confianza en las nuevas formas de licitación de los contratos, son la garantía para atraer el interés de mayores inversionistas nacionales y extranjero.

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