El artículo 69 constitucional dispone que “en la apertura de Sesiones Ordinarias del Primer Periodo de cada año de ejercicio del Congreso, el Presidente de la República presentará un informe por escrito, en el que manifieste el estado general que guarda la administración pública del país”. Antes de cumplir con esta obligación, el presidente reunió, el domingo por la mañana, a un grupo de invitados especiales a Palacio Nacional para hacer un resumen de dicho informe y emitir un mensaje político. El informe completo, oficialmente y por escrito, fue entregado por la Secretaria de Gobernación hasta la tarde del mismo domingo en la sede del Congreso.

Llamó la atención que en la mampara alusiva hubiera aparecido la leyenda “Tercer Informe de Gobierno al Pueblo de México”. ¿Cómo que el tercero? Ah porque estos genios tomaron como buenos los mensajes políticos emitidos con motivo de los primeros 100 días y de su triunfo electoral. Todo un desatino.

Fue notorio, también, que en el presídium instalado en Palacio Nacional solo hubieran colocado una silla. No se hizo acompañar, a su lado, por los titulares de los otros poderes de la unión, ni por los gobernadores de las entidades federativas. Todos sentados en el graderío. Es el poder absoluto de un solo hombre.

En cuanto al contenido, ninguna novedad. La reiteración de las frases comunes a las que recurre en sus conferencias mañaneras, su sermón moralista, la descalificación a sus adversarios y una nueva lógica de apreciar las asignaturas pendientes en materia económica.

Dijo, ufano, “la economía está creciendo poco, es cierto, pero no hay recesión”. Frase digna de un auténtico mediocre. Afirmó que ahora es menos injusta la distribución del ingreso y que hay más desarrollo y bienestar, sin mostrar una sola cifra para demostrar su afirmación. Con crecimiento cero, pérdida de empleo formal, caída en el consumo, en la industria de la construcción, en la confianza del consumidor, en los ingresos tributarios y un irresponsable subejercicio del gasto público, es increíble que se ufane.

Se aventó unas frases que provocan vergüenza: “ya existe un auténtico Estado de derecho”. “Con lo conseguido en apenas nueve meses bastaría para demostrar que no estamos viviendo un mero cambio de gobierno, sino un cambio de régimen…”.

Su remate es un monumento al cinismo: “afortunadamente, mientras los que se oponen al cambio viven aturdidos y desconcertados, la mayoría de los mexicanos apoya la transformación y están contentos, feliz, feliz, feliz”. Solo faltó que mandara saludos a Coatzacoalcos y a las mujeres víctimas de violencia.

Abogado

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