Una a una las verdades van a apareciendo, los vestigios de las mentiras o verdades a medias empiezan a desgastarse como viejas paredes de adobe pintadas con emulsiones a base de agua que, azotadas por el avasallante temporal, parecen llorar mudas y sordas también. Así parecen muchas de las “verdades” que “recetamos” a lo largo de informes, en sendas y estrambóticas presentaciones aquellos que tenemos la responsabilidad, nombrada o ganada en urnas, de exponer las acciones que nuestras administraciones han realizado en ciertos periodos de tiempo, para el cumplimiento de objetivos.

Por supuesto, sin que etimológicamente corresponda tal cual, la descomposición de la palabra cumplimiento debe ser no una franca enumeración de mentiras o logros auto generados, sino por el contrario, descripciones claras, expresamente visibles y sobre todo claramente identificables a quienes sirve nuestra administración y sus actos para beneficio de instituciones, gremios o la sociedad en general.

Rendir informes, lo mismo de una administración, que de una empresa u organización social es una práctica obligatoria y necesaria en la gestión pública y privada. Expresar con detalle, en sendos documentos, el resultado de las acciones, los objetivos alcanzados y el detalle de recursos ejercidos para el logro de estos es imprescindible, pero lo que más, valioso para transmitir o socializarlos con aquellas partes interesadas o beneficiarias de dichas acciones.

En estos días en que inician nuevos periodos, en que se presentan informes y si es posible se presumen o cuestionan los resultados expuestos, #DesdeCabina traigo esta reflexión sobre el compromiso que se adquiere para la generación de resultados cuando se asumen responsabilidades públicas o cargos privados; dar cabal cumplimiento a las metas, para el logro de objetivos, transparentando el uso de recursos para tal efecto, es imprescindible en cualquier gestión. Para ello, muchos hombres y mujeres funcionarios públicos o privados, empeñan su tiempo personal, su capacidad profesional y su reputación, en lograr ser útiles y dentro de esa utilidad per se, se encuentra el informar.

Y es que buena falta hace que tanto los responsables den a conocer con plena claridad sus planeas de trabajo, como que sus comunidades y grupos de interés se involucren por participar, desde la integración de tales planes -al menos en conocerlos-, para posteriormente evaluarlos.

La responsabilidad debería ser siempre en los dos sentidos. Visto de otra manera, no puede afirmarse que se han cumplido objetivos si no hay forma de evaluar los planes en dónde estos se han definido. De aquí que se desprenda investigación y estudios por parte de terceros para hacer verdadera evaluación de políticas públicas.

Sin que se haga un llamado al triunfalismo mal entendido, la sensación de logro que produce ser útil a los demás, mediante el aprovechamiento de las capacidades, la experiencia, las relaciones y la gestión de recursos, es inconmensurable. Tener esa oportunidad, además, conferida por la propia capacidad y palmares personales, es motivo de gran orgullo, pero a su vez de gran compromiso y humildad.

Hoy que se cierran ciclos y se abren otros, cuán valioso resulta, y todos deberíamos apreciarlo, que los planes y programas sean definidos, y socializados para poder evaluar su cumplimento. El logro así siempre será de todos.

Rector de la UNAQ
@Jorge_GVR

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