La tragedia que envuelve a la comunidad de Tlahuelilpan, Hidalgo, es un hecho lamentable que no solo demostró las privaciones que vive el pueblo en muchos aspectos: sociales, económicos, culturales o educativos; sino que también dejó al descubierto un síntoma más hondo, de mayor raíz… la indiferencia frente al Estado de Derecho.

Sin duda, algunos de los que perecieron en ese lamentable hecho, acudieron a llenar sus garrafas con el ánimo de evitar la escasez, de obtener alguna ganancia extra o, incluso, por el morbo o la inercia; el punto era “no dejar pasar el momento”.

El oportunismo, la conveniencia, el beneficio o, como coloquialmente decimos el “agandalle”, se dejó ver en su plenitud, no obstante su ilegalidad; dejando consecuencias desastrosas e irremediables.

Pero, frente a ellos, también se mostró la pasividad, inacción, negligencia o desinterés de las autoridades que confundieron la protección con la represión. El tema era no generar caos, no obstante que el hecho por sí mismo ya era caótico.

En este sentido, la ausencia de civilidad se hizo presente en todos los aspectos.

Por una parte, las personas que acudieron al lugar ejecutaron actos ilegales a plena luz del día y a vista de todos y, por otro, las autoridades fueron incapaces de poner orden frente a la muchedumbre que, durante casi cuatro horas, violó reiteradamente la norma.

Al final… el destino cobró la factura.

Como quiera que se vea, la acción u omisión, son un reflejo de un cáncer que se ha ido esparciendo en nuestra sociedad, la indiferencia frente al orden establecido.

Desde algo tan simple como pasarse un alto, hasta el robo de combustible o el narcotráfico, han pasado de ser actividades prohibidas, ocultas, toleradas y hasta en cierto punto replicadas, lo que al final nos conduce a la indiferencia y a su aceptación como parte de nuestra idiosincrasia.

Y para muestra un botón.

No obstante lo reciente de la tragedia, en las redes sociales ya se aborda lo ocurrido con cinismo y sátira. Sea con “memes”, chistes o videos, el mexicano muestra su espléndido sentido del humor y su habilidad para “burlarse” de la muerte; sin reflexionar sobre el dolor ajeno que ello puede causar.

La verdad es que, nos guste o no, esa manera de pensar nos llevará a un camino sin retorno de consecuencias irreversibles…la insensibilidad; efecto con pegado de la indiferencia.

Bien lo dijo el maestro Octavio Paz, “la indiferencia del mexicano ante la muerte, se nutre de su indiferencia frente a la vida.”

Por ello, no dejemos que eso siga ocurriendo, demos un golpe de timón y cambiemos nuestra forma de actuar. No permitamos que esta tragedia quede en el anecdotario, como tantas otras que han marcado la historia de nuestro país.

Que nos sirva de experiencia para entender, de una vez por todas, que debemos mantener un mínimo de recato y respeto al prójimo, como un reflejo de nuestra civilidad, en donde la regla no sea “darle vuelta” a la Ley, sino que su aplicación sea el común denominador en la población.

A mi modo de ver, vale más reprimir nuestros impulsos a desobedecerla, que dejarnos llevar por la inercia de la indiferencia, no obstante que la recompensa se muestre muy atractiva, pues como lo dije antes… al final nos puede salir más cara la factura.

Diputada local del PRI @AbigailArredondoRamos @AbiArredondo

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