Al momento de surgir, Twitter enarboló la divisa de la libertad de expresión, que lo registra muy bien Nick Bilton en La verdadera historia de Twitter. La idea era que las publicaciones en dicho sitio se rigieran de acuerdo con la primera enmienda de la constitución estadounidense.

Parecía que Twitter quería universalizar en su plataforma la visión de Estados Unidos sobre los derechos humanos y, sobre todo, garantizar la libertad de expresión: decir lo que se quisiera y que los usuarios fueran quienes filtraran los contenidos con base en sus criterios morales o políticos.

En el pasado, los gigantes de internet se habían decantado por la primera enmienda, y lo reflejaban en su política de publicaciones; lo que fue destacado por políticos y funcionarios gubernamentales de Estados Unidos que enfatizaron que los servicios de empresas como Google, Facebook o Twitter eran los mejores embajadores de la cultura política de dicha nación.

Pero estos medios cambiaron sus criterios de publicación hace tiempo, derivado de aspectos terroristas o incluso por cuestiones de derechos de autor. Twitter se había mantenido al margen pero recientemente cambió de política: de ahora en adelante ningún usuario, sin importar nacionalidad, podrá decir o publicar lo que le venga en gana. De esa manera se aleja del marco liberal y censurará contenidos racistas o que promuevan el terrorismo o la violencia. Eso ha quedado evidenciado recientemente con el cese definitivo de la cuenta de Milo Yiannopoulos.

Twitter había suspendido en otros momentos la cuenta de Milo Yiannopoulos, periodista y empresario conservador británico, pero ahora fue de manera definitiva. Conocido por sus posturas antifeministas y xenofóbicas contra el Islam y la comunidad negra, Yiannopoulos se ha visto envuelto en diversas polémicas con organizaciones feministas y ONGs por sus actitudes raciales y misóginas. Yiannopoulos es editor de la página Breitbart, y recientemente acosó a la actriz estadounidense Leslie Jones, lo que a la postre le mereció ser expulsado de Twitter.

La libertad de expresión absoluta sólo existió en internet cuando la misma era un espacio que caminaba con base en los acuerdos, pero desde hace varios años empezó el paulatino e imparable proceso de regulación, por eso actualmente en diversas regiones del orbe la libertad de expresión en la red no es absoluta. Por ejemplo, de acuerdo con los imperativos de orden público y moral en Europa no se permiten expresiones racistas, homofóbicas, antisemitas o sexistas. El viejo continente ha sido pionero en impulsar diversas medidas en la red, aunque no siempre eficaces para impedir la proliferación de este tipo de contenidos. Incluso Twitter y las otras grandes redes sociales han cancelado en otros momentos cuentas de usuarios.

Hoy día, la Unión Europea busca ir más allá y poner en marcha soluciones tecnológicas, con algoritmos más intrusivos para confeccionar perfiles y detectar automáticamente en las redes sociales a sospechosos de terrorismo. La inteligencia europea quiere fincarse en un sistema de detección similar a Minority Report para saber con antelación si un individuo va a cometer un delito y adelantarse a los sucesos.

Hasta ahora, los algoritmos de las redes sociales han demostrado ser más eficaces para eliminar fotos de desnudos o incluso de madres amamantando a sus hijos que para frenar el posteo de individuos con notoria presencia pública y retrógrados como Yiannopoulos. Pero yerran demasiado, máxime con herramientas para transmisiones de video en tiempo real como Periscope y Facebook Live, en donde la “curaduría” de los mismos es complicada, por lo cual Twitter y Facebook cazarán a los “peces pequeños” pero serán incapaces de impedir que el Estado Islámico siga siendo atractivo para gran número de personas, sumar seguidores, ganar adherentes extranjeros —principalmente jóvenes— que se tragan su utopía de dar vida a un nuevo califato.

Periodista y escritor especializado en cibercultura.

@tulios41

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