El PRI de Querétaro está mal y peor cada día; no es sorpresivo, es el resultado de seis años de abandono y olvido, de haberse convertido en rehén del calzadismo, de relegarse de la vida política activa, de haber sido obligado a ser refugio de arribistas, oportunistas y panistas conversos y chambistas, que hoy regresan a sus orígenes y reniegan entre las sombras de su fingida militancia que les dio trabajo en el sexenio que hoy termina. En la sesión del Consejo Político Estatal del PRI en el 2011, cuando visitó el estado Humberto Moreira en su calidad de aspirante a la dirigencia nacional —hoy en desgracia y entonces apoyado fuertemente por Calzada—, entre los asistentes al evento, aparecieron sorpresivamente incorporados en la lista de consejeros políticos priístas, hombres y mujeres que también estaban en la nómina del gobierno estatal y que un par de años antes se confesaban pública y privadamente como panistas y renegaban del PRI, acusándolo como responsable de todas las desgracias del país. Lo sé, porque esa fue mi última sesión como secretario técnico del Consejo Político Estatal, cargo al cual me invitaron a separarme por instrucciones del entonces gobernador.

Desde entonces hasta ahora, el PRI perdió casi todo electoralmente. En el 2012, cuando el exgobernador José Calzada estaba en su mejor momento, según los números de sus encuestas de popularidad, y cuando era su responsabilidad política absoluta, el PRI queretano perdió la elección de Presidente de la República, del senado, de la mayoría de los diputados federales y locales, los ayuntamientos de la zona metropolitana, y si bien en el papel se ganó la presidencia municipal de Querétaro, en los hechos el entonces candidato del PAN y hoy diputado federal Armando Rivera perdió la elección, más por la división y las luchas intestinas panistas, que por la campaña priísta, que logró poco menos de 15 mil votos de diferencia. Fue la crónica de una muerte anunciada para el 2015. Y así sucedió, en junio de este año el PRI de Calzada volvió a perder, pero ahora el golpe fue más duro. Se perdió la gubernatura, 12 de 15 diputaciones de mayoría del congreso local, tres de cuatro diputaciones federales, y 14 de 18 ayuntamientos. Las pocas victorias locales que se obtuvieron —7 en total—, fueron 6 en colación con otros partidos, y sólo una como PRI, sin incluir la diputación federal, lo cual demuestra los pésimos resultados electorales que produjo la falsa popularidad del exgobernador y las pésimas decisiones que se tomaron al interior del partido.

Lastimosamente hoy, en medio del desastre provocado por las incapacidades, la inexperiencia y la soberbia de quienes cooptaron inútilmente el PRI queretano en el sexenio que termina, se intenta generar un albazo, por ellos mismos en contra de la militancia. Hoy, su única tabla de salvación es aferrarse a la dirigencia del PRI con la complacencia, la omisión o el desinterés de quien fue el candidato perdedor a la gubernatura, para tratar de imponer a uno de los peores cuadros del partido: Juan José Ruiz representa la derrota, la incapacidad, la soberbia y la corrupción del sexenio calzadista, su sola presencia disgrega y produce repudio entre la militancia, los sectores y la estructura territorial. Recordemos que llegó al gobierno estatal como un nini; que manejó irregularmente el millonario, pero fracasado programa estrella del sexenio “soluciones”; perdió ampliamente la elección del 2012, frente al rival más débil con tres mantas; como dirigente del sector popular ha brillado por su ausencia; se le ha mencionado en varios escándalos, en los que el consumo de alcohol ha sido eje central; y hoy inexplicablemente sostiene un nivel de vida que hace seis años ni siquiera soñaba. Quienes hoy lo promueven, se equivocarán una vez más. Basta preguntarle a los candidatos del 2015, y a la militancia en general, su apreciación sobre la labor que la dirigencia del sector popular jugó en su derrota al gobierno del estado, de los municipios y distritos.

Por ello, la militancia priísta de Querétaro se ha pronunciado en contra de este albazo, que se intenta desde hace algunos días. La acción timorata de Mauricio Ortiz, hoy coordinador de los diputados locales, de renunciar a la dirigencia estatal del PRI, es la primera que intentará el grupo calzadista para apoderarse ilegítimamente del partido, que hoy ven como su refugio ante la sequía de cargos públicos, intentarán hacer de él, un espacio de protección política para las irregularidades que irán apareciendo con los días del nuevo gobierno panista. El gobernador Francisco Domínguez y su equipo, tendrán la responsabilidad de cumplir lo que ofrecieron y limpiar el gobierno estatal.

El grupo calzadista se aferra al poder que perdió por sus propias incapacidades, sus adeptos —más por intereses económicos que políticos— padecen de autismo político, manifiestan todos sus síntomas. Como cualquier autista, ríen sin tener motivos aparentes para hacerlo; actúan como si estuvieran sordos; no tienen ninguna apreciación del peligro; habitan un mundo propio y falso, que no es el mismo de la militancia del PRI en Querétaro, que aspira a recuperar su partido. Ojalá la dirigencia nacional del PRI, esta vez, sepa escuchar a los queretanos.

Abogado y profesor de la Facultad de Derecho, U.A.Q.

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