Se acerca la fecha de las elecciones y un día después el país seguirá siendo diverso, con los problemas que tendrá que resolver quien gane la presidencia de la República. Se necesitará la participación de todos para gobernar. Quien incurre en la irresponsabilidad de seguir dividiendo, poniendo a los diversos sectores de la población unos contra otros, llevaría al país al precipicio.

Por lo tanto, requerimos un presidente con experiencia y preparación en Administración Pública, que sepa conciliar, unir; que tenga propuestas.

Que sepa cómo realizar las acciones que están señalando. ¿Cuánto tiempo le llevaría implementar los programas para la operación de las propuestas? ¿Con qué dinero las ejecutarían? ¿Qué partidas del presupuesto cancelarían o reducirían? ¿O se crearían nuevos impuestos? ¿Contratarían deuda?

El cómo las realizarían incluye objetivos y metas significativas. La planificación no puede ser efectiva si carece de objetivos claros, alcanzables y realizables. La visión del ámbito de los planes y propuestas requiere de una atención total; es decir, considerar propósitos, objetivos, políticas, reglas, estrategias, procedimientos, presupuestos y programas. Un buen presidente debe tener claridad del rumbo que le quiere dar a su gobierno, de las acciones que hay que realizar para lograr los objetivos planteados y de los apoyos que requiere para tal fin. Debe dar muestras permanentes de liderazgo.

Meade tiene los conocimientos para diseñar una agenda política, para encabezar las principales negociaciones políticas del país incluso entre actores de la sociedad. Tiene los elementos para sentarse a dialogar con académicos, periodistas, empresarios, organizaciones sociales, defensores de derechos humanos, etcétera, y plantearles algún tipo de respuesta a los problemas que tienen. Sabe escuchar y estar atento a los planteamientos que se le hagan, pero luego formular algún tipo de respuesta; eso es lo que espera la gente de él: que tenga ideas pertinentes e idóneas para resolver problemas.

El pasado domingo, en la explanada del PRI, vimos a José Antonio Meade diferente: externó la enjundia y talante que trae; es la primera vez que compite por un puesto de elección popular y está aprendiendo. Maneja un tono sólido y enérgico, pero sobre todo transmite confianza.

José Antonio Meade ha presentado propuestas posibles en materia de política pública. Por ejemplo, ofreció hacer deducibles las colegiaturas a nivel universitario, una demanda que las clases medias tenían desde tiempo atrás. Otra propuesta, aumentar a dos millones el número de beneficiados de Prospera: “Como presidente trabajaré para que en cada familia y en cada hogar exista un piso parejo de acceso y de oportunidades”.

Se sabe que Meade seguirá presentando propuestas sólidas, todas financieramente viables. Propone dar apoyos para abatir la pobreza, pero también herramientas para salir de ella, como fortalecer la educación media superior.

Ha dado resultados en la administración pública, genera confianza y es convincente. Puede acreditar una vida honorable. Y señala: “Yo tengo mis valores y los vivo; no me toca definirlos ni politizarlos”.

Meade tiene una gran capacidad de análisis que le permite tomar decisiones con rapidez y con eficacia; tiene autocontrol sobre sus emociones. No deja que le gane el enfado, el coraje, la rabia, ni siquiera la indolencia o el desinterés en algún tema; su presencia pública es comedida, sabe sentarse a acordar con diferentes personas de las que pudiera tener diversa información.

Confianza es la palabra clave para triunfar, junto con capacidad y experiencia. Trilogía de la victoria.

Como dijo alguna vez Albert Einstein, “hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad”.

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