(...) Pero hablar y hacer hablar, eso se aprendía antes que a disparar. “La palabra”, decía el instructor, “es la más mortífera de las balas si sabéis alojarla en plena cabeza”. “Un lugar incierto”,  (2008),  Fred Vargas. (París, Francia, 
7 de junio de 1961).

¡Celebro un sábado más de poder —con mis motivaciones—, acercar a su vida lo más generoso de la cosecha del ser humano!

Prefacio mejor no pude elegir para charlar acerca del tema que hoy les vengo a presentar. Y es que quienes me siguen cada semana, saben de modo perfecto que  tengo tregua en cada edición para abrir el cauce de su mente por medio de una frase, parafraseo, o bien un proverbio que estremezca en medio minuto o menos, su ser y así entrar de lleno al tema en cuestión.

Como plasmó la escritora francesa, autora de novelas policíacas, Frédérique Audoin-Rouzeau, conocida con el nombre artístico de Fred Vargas, la palabra tiene una fuerza avasallante, ya sea para bien o para mal. Por ello, cada vez que se me presenta la oportunidad, no la desperdicio y menciono que es indispensable que conectemos la lengua con el cerebro y así construir en lugar de destruir.

Si hacemos eso nos podemos remontar a muchos siglos atrás, cuando los filósofos de la Grecia clásica divagaban como tema principal en la definición, uso e importancia de logos, que no es otra cosa que la palabra. Otro aspecto que nos hace percatarnos de la superlativa importancia de ello es el saber que la Escuela Vienesa de Psicología, encabezada por el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, decía que no existía mejor fármaco que el que un paciente hablara. Luego entonces, se comprende que la mejor cura para quien busca mejorar o perfeccionar su estado anímico, lo primero que debe hacer es hablar. Y qué es el hablar, sino el intercambio de palabras. Mayúscula responsabilidad de los profesionales de la salud mental: psicólogos, psiquiatras principalmente, pues deberán atrapar y ayudar 
a su paciente por medio de palabras.

Y si ya pudimos ver el gran poder y fuerza de hablar, nos queda claro que para tener mejores relaciones interpersonales, cerrar un trato, solicitar un empleo y convivir con los amigos o la pareja, debemos ser impecables con las palabras.

Y en este sentido, me llena de alegría el compartirles que el  7 de septiembre recibimos en Querétaro a la joven, talentosa, amigable y siempre acertada Laura García Arroyo, para presentar en nuestro estado —en el marco del Hay Festival—, su último libro titulado “Funderelele”. Por cierto, tuve el agrado de acompañarla durante el evento y como siempre, salí con una sonrisa de oreja a oreja de saber que en este mundo convulso y confuso, existen seres maravillosos que defienden la pulcritud del buen decir y del buen hablar.

Aprovecho este medio para decirte Laura: gracias por existir y ser de ese grupo de quienes le apostamos a la difusión de la cultura, la educación y la buena comunicación, como agentes de mejora. Me honro de conocerte y ser tu amiga, sigue adelante y te deseo lo mejor.

Ahora bien, ¿cuántos de ustedes adivinaron la definición de Funderelele?, título del libro de Laura García. Me imagino que de cinco mil que leen, quizá cinco o seis, y tal vez exagero. Funderelele ¡es ese utensilio semiesférico para hacer bolas de helado!

¿Palabra dominguera?, quizá, pero lo irrefutable es que existe, sin embargo, no la empleamos en nuestro diario hablar. ¿Qué sucede? … Es momento de realizar un exorcismo de la ignorancia y devorar este libro que contiene más de una veintena de palabras, que harán que nuestro acervo de vocablos incremente y le demos juego a una comunicación que regrese a la esencia de los vocablos. Y por supuesto que para el buen empleo de las palabras: “generar altruismo”, nos damos la oportunidad de obsequiar y recibir golpecitos de motivación en el corazón cada que nos sabemos más cultos, propios y capaces de generar una gran sonrisa en nuestros interlocutores.

Saben bien amigos lo importante que es para mí todo el aspecto cultural, así que por ello no quise dejar de recomendarles el pasar un rato ameno, inventivo y audaz al lado de “Funderelele” y así, cuando vayamos a rodar en un paseo con nuestro club de ciclistas, nos evitemos el sonar repetitivos diciendo: “voy a ajustar la tirita de mi casco”, cuando en realidad esa tirita tiene como nombre el de barbiquejo.

A rescatar palabras, y así retorno al modo en que inicié hoy, recordemos que bien empleadas tienen un poder inmenso.

Por hoy agradezco su cálida atención y espero pronto me escriban para discurrir en cómo les fue con  tan atractiva lectura.

Me despido con mi acostumbrada frase: “¡hasta siempre, me voy a ser feliz, haga usted lo propio!”. Los espero el próximo sábado y les prometo tendré información de primera mano y con lo mejor de la crema y nata de la sociedad.

¡Felices fiestas patrias!

*Mtra. en Admon., periodista y Presidenta de Fundación Arca, A.C. 
comunicacionsocialarca@gmail.com  
Twitter:@ochoa_a

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