Hoy era el día en que entraría en vigor el arancel general para los productos mexicanos en Estados Unidos, aun que era poco creíble su implementación por el impacto negativo que generaría principalmente para los consumidores norteamericanos, la amenaza generó la crisis contemporánea más delicada en la historia comercial de estos dos países vecinos y socios.

¿Terminó la pesadilla? No, definitivamente Trump no tiene palabra y sus acuerdos se rigen bajo una máxima de que son para romperse, más cuando las consecuencias no las paga él, sino terceros, blancos comunes de sus ataques, como México, China, demócratas, incluso ciudadanos americanos que no votaron por él. Estos serán rehenes de Trump mientras esté ahí y lo seguirán siendo hasta por lo menos la elección de noviembre de 2020 donde tiene muchas probabilidades de reelegirse.

¿Quién gana con el acuerdo? Sin duda Trump. En el momento que dio a conocer su arremetida contra nuestro país, el presidente estadounidense estaba contra las cuerdas, metido “hasta las manitas” en el Rusiagate y amenazado de ser llevado a juicio, aunque era discutida la viabilidad jurídica de que esto sucediera.

El anuncio de la imposición de tarifas comerciales hizo girar la atención de los medios, cuyas primeras planas estaban dedicadas a Trump, Rusia y la elección de 2016, lo que cambió de un segundo a otro centrando la atención nacional de los norteamericanos, sus medios, políticos y grupos de presión en la relación comercial con México. Tengo una mala opinión de Trump como político, no me gusta su estilo, porque sus desplantes y groserías no lo hacen más eficiente que sus antecesores que no los usaron, pero sin embargo es un personaje muy hábil en el manejo de los medios, capaz de imponerles la agenda aún contra su voluntad.

En México hay también ganadores en primera instancia. ¿Si Trump lo hizo un triunfo, por qué AMLO no? El Presidente mexicano actuó con prudencia, entendiendo que en nada facilitaría las negociaciones pelearse directamente con Trump, aunque los funcionarios mexicanos llevaron a Washington la alternativa del escenario de contratacar con aranceles. AMLO libró su primera crisis internacional, a su estilo, obteniendo el resultado. Si los aranceles hubieran entrado en vigor, no puedo ni imaginar la oleada de críticas, que criticarían sin piedad su estrategia y a sus negociadores.

Hablando de los negociadores, no puede haber una figura más identificada con el acuerdo para no implementar los aranceles que la de Marcelo Ebrard, quien tuvo la semana pasada su mejor y más difícil momento en su vida como político, dados los intereses representados, las expectativas y los reflectores no sólo nacionales sino internacionales que estaban al pendiente del resultado de las negociaciones en Washington.

Ebrard tuvo que aguantar que varios personajes lo minimizaran, que si lo habían dejado plantado o que si no se había tocado el tema de aranceles y sólo el de migración, esto último era natural. Sus críticos revelaban más ignorancia y odio en sus ataques que lógica. El problema con Estados Unidos nunca fue comercial, era político. La disyuntiva no era los aranceles, esa era el arma de Trump, el objetivo era llevarse un triunfo mediático con respecto a la migración. Por eso las conversaciones se basaban sobre acuerdos migratorios y no tarifarios, porque desatorando lo primero se resolvía el segundo. Ebrard consolidará su momento en el G20, donde incrementará su imagen de líder.

Quizá el triunfo no sea total para nadie. Trump dejó abierta la posibilidad de volver a subir a la mesa los aranceles, lo que pondría en jaque otra vez a México y al gobierno federal. Mientras que la aparente victoria del mandatario norteamericano podría tener su efecto boomerang, toda vez que sigue exhibiéndose como un líder inestable y sin palabra, pero ya con una afectación más directa al interior de su país. Mucho aún por escribir de esta historia, pero la primera batalla se peleó y se repartieron ganancias. Otro día hablaremos de los perdedores, que los hubo.

Abogado. @maximilianogp

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