Iba en el supermercado una niña de 5 años, sobre el carrito, súper emocionada con una playera con brillos: “mira mamá, está muy bonita, ¡tiene brillantes!”. La mamá responde: “ay hija, mejor déjala porque saliendo te la van a robar”.

Me impresiona la capacidad para matar el sueño a un pequeño.

En muchas familias hemos decidido asesinar la ilusión y ahogar las expectativas del pequeño, “para que no sufra”, “para que vea la realidad”.

Educar para el éxito se da en dos sentidos: las frases que utilizamos y los ejemplos que damos.

Los psicólogos le han llamado introyectos a esas frases que acompañan a nuestro subconsciente toda la vida y se van convirtiendo en esa “vocecita” que nos dice: “eso no está bien”.

Es triste ver cómo muchos adultos llenan de frases de fracaso a muchos niños: “Tú no puedes”, “eso no es para ti”, “eso es para ricos”, “qué gorda estás, ¿no te da pena?”.

La crítica, el juicio de valor negativo, las comparaciones, la negación y sobre todo esas frases que ofenden, agreden y dañan la autoestima del niño deben ser erradicadas, si queremos crear sociedades de gente orientada al éxito.

Gracias a esas frases tenemos niñas bulímicas, niños con gastritis y hasta suicidios a temprana edad.

Declaremos la guerra a lo verdaderamente mortal que son las mentes encadenadas. Hay muchos mexicanos indolentes, desesperanzados, fracasados antes de intentar, gente tóxica que ve en la queja su única manera de desahogo.

Por otro lado, los ejemplos que damos.

En las escuelas y en el hogar, los docentes y los padres son modelo de conductas y valores, pero esto no se enseña con las palabras, no; sino con el ejemplo, con la conducta diaria que se va repitiendo y haciendo costumbre, hábito.

Si tenemos buenos hábitos, orientados al logro, será más fácil llegar a él, pero hay muchos malos hábitos que nos hacen la vida más difícil, más pesada: llegar tarde, tirar basura, dejar lo importante para el final, no ahorrar, comer mal y a deshoras.

Las sociedades más avanzadas han visto en una filosofía de vida un éxito anticipado, los japoneses y alemanes que son maestros de la disciplina y el orden, de la calidad y la competencia.

Educar para el éxito depende de todos y se debe hacer desde pequeños. La personalidad se desarrolla en los primeros siete años de vida, pero se refuerza hasta los 21. He aquí algunos consejos:

1. Enseña a que el niño tenga una visión desde pequeño, sobre todo en las actividades que disfrute.

2. Educa en el afecto. Un niño que se siente amado y aceptado será más íntegro y con una autoestima sólida.

3. Refuerza con aplausos las conductas que quieres que se queden para siempre.

4. Haz lo posible por encontrar en la felicidad del momento el sentido de vida de tu hijo. Se acostumbrará a tener calidad de vida.

5. Habla bien de la gente, sobre todo de la que tiene éxito, observa y aprende maneras de triunfar. Evita enseñar el ejemplo del fracaso.

6. Recuerda que el triunfo y el logro se dan en pequeñas porciones, cada día es importante acostumbrarse a lograr algo.

7. Celebra los logros de tus hijos, aunque sean pequeños.

8. Inténtalo. Resiste el miedo al fracaso y aunque te equivoques, vuelve a intentarlo diferente; seguro el logro vendrá.

9. Evita quejarte, eso no te llevará a nada y sólo te dejará con un sentimiento desagradable y muchos argumentos para no hacer nada.

10. Confía en tus hijos, hazles saber que pueden, que tienen talento y capacidad, anímalos y destaca sus virtudes.

11. Dale responsabilidades pequeñas, anímalos a cumplirlas, asesóralos y hazlos autosuficientes hasta que logren su objetivo.

12. Enséñales a administrar y manejar el dinero, a ahorrar, establecer metas y cumplirlas.

Tener éxito es tener una misión en la vida, una razón de ser, es fijarse una visión y cumplirla.

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