La decisión de que fuera Marcelo Ebrard quien saliera a hacer la declaratoria oficial de “Emergencia Sanitaria” en el país, en lugar del titular del Ejecutivo o cualquier otro miembro del gabinete, la tomó directamente el mismo presidente López Obrador, quien designó al secretario de Relaciones Exteriores como el “único responsable de hablar y dar anuncios de la parte política” en la emergencia del coronavirus en el país. “Aquí, en mi ausencia, el que toma las decisiones políticas es Marcelo”, les dijo el presidente el lunes por la mañana a su equipo de colaboradores.

En Palacio Nacional, durante la reunión de gabinete que se llevó a cabo a las 6 de la mañana para tratar los temas urgentes de la pandemia del Covid-19, en sustitución de la reunión habitual del gabinete de Seguridad, López Obrador les habló fuerte y claro a sus colaboradores más cercanos y, en medio de regaños para algunos y llamadas de atención para otros, el mandatario definió que para hablar de las decisiones de su gobierno, en relación a la emergencia sanitaria, sólo hay dos voceros autorizados para hablar en su nombre: la parte médica la va a manejar el subsecretario Hugo López-Gatell, y en la parte política el único autorizado es Marcelo Ebrard Casaubon.

Eso explica por qué, la noche del lunes, en el anuncio oficial de la declaratoria de emergencia que se hizo en la conferencia de prensa en el mismo Palacio Nacional, al centro de la mesa estaba el canciller, mientras que a su derecha se encontraba el secretario de Salud, Jorge Alcocer, de mero adorno, y a la izquierda el subsecretario Hugo López-Gatell. Y atrás, en el fondo, aparecía la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, a quien ni siquiera sentaron en la mesa, en un claro desplazamiento de la responsable de la política interior en el gabinete.

Pero así como Marcelo Ebrard salió fortalecido de esa reunión del lunes –tanto que en los corrillos políticos se volvió a hablar del papel del canciller como “presidenciable”, “vicepresidente” o hasta “jefe de gabinete” virtual–  hubo otros secretarios de Estado a los que no les fue nada bien en ese mismo encuentro con el presidente que estuvo especialmente “duro” con sus colaboradores, según comenta un par de asistentes a ese encuentro.

Por ejemplo, cuando Alfonso Durazo, el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana presentó sus estadísticas más recientes y confirmó un “repunte” en los índices delictivos por el crecimiento de delitos graves en el mes de marzo, como los homicidios dolosos, el presidente se encendió y le reprochó molesto al sonorense: “Se los dije, que sus cifras anteriores no marcaban tendencia”, comentó en relación al último reporte que Durazo presentó en la conferencia mañanera del pasado 23 de marzo cuando presumió una “baja marginal” en los homicidios dolosos en febrero de este año, cuando reportó 2,766 homicidios en el país, contra los 2 mil 819 registrados en enero. Esa diferencia de 53 homicidios presumida por Durazo le valió el reclamo presidencial.

“Las muertes por coronavirus no podremos hacer nada para evitarlas, eso es algo de la naturaleza, pero esas otras muertes (las de la violencia y la inseguridad en el país) sí las podemos evitar”, recriminó el presidente a su secretario de Seguridad, a quien le dijo que “no se debe abandonar la estrategia de seguridad” y les exigió reforzar las políticas de seguridad en todo el territorio para abatir los índices de homicidios violentos.

Cuando llegó el momento de revisar las compras de insumos médicos y medicinas para la emergencia del coronavirus, el regaño fue para el secretario de Hacienda, Arturo Herrera. A la pregunta del presidente de si ya habían adquirido todas las medicinas y los equipos urgentes, como ventiladores, para atender a los enfermos del Covid-19, Herrera respondió que no, que habían surgido “complicaciones administrativas” porque en otros países no aceptaban las facturas mexicanas, por lo que no se habían realizado todas las compras necesarias y solicitadas por la Comisión Coordinadora de Institutos Nacionales de Salud y Hospitales de Alta Especialidad de la Secretaría de Salud.

Cuando salieron de esa reunión el lunes pasado, en la que el presidente, como siempre lo hace, sentó a su derecha a Julio Scherer y a su izquierda a Lázaro Cárdenas Batel, a varios les quedó la sensación de dos cosas: que el presidente estaba irritable y presionado por toda la situación que enfrenta su gobierno –entre coronavirus, crisis económica, caída petrolera y el peso vapuleado– y que en el juego de fuerzas y posiciones del gabinete, la actual emergencia sanitaria y el cambio de escenarios políticos, electorales y sociales que traerá, fortalecen a algunos como Marcelo y debilitan a otros que salieron desplazados, regañados y vapuleados.

NOTAS INDISCRETAS

La enorme difusión y la crítica nacional e internacional que generó el video del saludo del presidente a la señora María del Consuelo Loera, madre del Chapo Guzmán, cayó muy mal en el ánimo del presidente y en su primer círculo. Aunque López Obrador explica que fue un “saludo casual” y que a él le avisaron que la señora había ido a encontrarlo en un punto del nuevo camino que iba a supervisar en su gira por Badiraguato, en el análisis interno de la Presidencia hay la idea de que “pudo ser una trampa” la que le pusieron al mandatario. Primero porque alguien debió avisarle a la señora Loera o a sus abogados que la acompañaban, el punto exacto donde se iba a detener el presidente, luego porque, cuando él acepta ir a saludarla en un gesto de “humanidad” –según su propia explicación— hay personas que lo graban desde que se enfila hasta la camioneta, cuando le da la mano y hasta cuando camina de regreso a su vehículo y lo aborda, con excesiva confianza tocándole el hombro y jalándolo del brazo, el abogado defensor del Chapo, José Luis Meza. Lo que más extraña y que incluso se ha pedido investigar desde Palacio Nacional es quién y con qué intención filtró ese video a los medios y a las redes sociales, pues se tiene la presunción de que todo pudo haber sido planeado para golpear al presidente ¿Será?...Se baten los dados. Capicúa. Repetimos el tiro.

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