Aquel día, Tomás Yarrington llegó a la estación de Paula, en Calabria, con una maleta. Abordó un tren que lo llevó a Roma y luego tomó otro, hacia Florencia. Se hospedó en un hotel de medio pelo. Ignoraba que el Servicio de Operaciones Centrales de la policía italiana lo seguía de cerca.

Yarrington salió del hotel acompañado por un ciudadano polaco, del que hasta el momento solo se ha dicho que “ignoraba la verdadera identidad del ex gobernador de Tamaulipas”. Ambos entraron a cenar en un restaurante ubicado en la plaza central de Florencia, la Signoria.

De acuerdo con el “Corriere della Sera”, el ex gobernador de Tamaulipas se dio cuenta en algún momento de que iba a ser detenido e intentó huir. Era tarde para él. La policía lo detuvo cuando regresaba a su hotel en la Plaza Beccaria.

Como se sabe, el ex gobernador “negó ser él” y mostró una credencial y un pasaporte mexicano falsos que lo acreditaban como José Ángel Márquez Pérez. De nuevo era tarde para él. Su identidad había sido confirmada por la policía italiana desde hacía varios días.

En un cateo realizado posteriormente en la habitación de su hotel se encontró otro pasaporte. Esta vez, con su nombre verdadero.

El Instituto Nacional Electoral (INE) informó más tarde que en el Registro Federal de Electores no existía registro alguno con el nombre de José Ángel Márquez Pérez. Dicha persona no apareció en el padrón.

La Comisión Nacional de Seguridad (CNS) realizó una búsqueda en Plataforma México, el sistema nacional de datos que concentra 637 millones de registros y cien bases procedentes de 830 dependencias. Hubo suerte.

Existía un pasaporte a nombre de José Ángel Márquez Pérez. Había sido expedido en 2012 en el estado de Chihuahua. Pero no era Tomás Yarrington quien aparecía en la foto, sino un niño de 12 años.

Quien había entregado a Yarrington aquel pasaporte había cuidado que la identidad robada no apareciera en ningún registro: quien buscara información sobre José Ángel Márquez se estrellaría contra una pared. No hallaría antecedentes criminales, ni crediticios, ni electorales, ni de ningún tipo. Hallaría solamente una sombra, un fantasma.

Al ex gobernador prófugo de Tamaulipas le habían entregado la identidad perfecta.

La persona que le extendió aquel pasaporte sabía perfectamente lo que estaba haciendo. Era un profesional en el arte de entregar pasaportes que no dejaran huella.

El problema para Yarrington fue que su esposa había sido detectada en Roma el año pasado, y que el dato puso sobre aviso al gobierno de Estados Unidos.

A mediados de los años 90 se descubrió que el hermano del ex presidente Salinas, Raúl Salinas de Gortari, poseía una extensa serie de documentos apócrifos. Todos a nombre de Juan Guillermo Gómez Gutiérrez.

Juan Guillermo tampoco existía. Había un Juan Manuel Gómez Gutiérrez cuyo domicilio aparecía en los documentos expedidos a nombre de Juan Guillermo. Pero Juan Guillermo también era una sombra, según reportaje publicado en noviembre de 1995 por Proceso.

De entonces a la fecha políticos, narcotraficantes y hasta delincuentes comunes son detenidos en México con documentos que acreditan identidades falsas. Para no ir muy lejos, en noviembre de 2016 fue detenido en el aeropuerto de Tapachula, Chiapas, un hombre que iba a entregar en la frontera dos pasaportes. Uno a nombre de Alex Huerta del Valle y otro al de Gabriela Ponce Arriaga. Uno tenía la foto del ex gobernador prófugo de Veracruz, Javier Duarte; el otro, el de su esposa, Karime Macías.

En Plataforma México no aparecieron registros que contuvieran estos nombres. “Ambos eran completamente originales”, explica Ricardo Márquez Blas, titular de la Unidad de Información para la Seguridad Pública de la CNS: otra vez, se había cuidado que nada fuera a “brincar”, que Alex y Gabriela fueran dos fantasmas.

En este caso, Relaciones Exteriores sostuvo que los pasaportes no habían sido expedidos por personal de la Cancillería: había “desprendimientos de la lámina de seguridad”, carecían “de los elementos de seguridad de los pasaportes mexicanos”.

Según Márquez Blas, en México hay 52 modelos distintos de licencia de conducir, con 2507 medidas distintas de seguridad. Esa falta de homogeneidad facilita, a través de la corrupción, la obtención de identidades falsas.

El CNS cree que parte de la solución consiste en homologarlas para dificultar el trabajo a los Yarrington y a los Duarte. Que lo hagan pronto. Pero, ¿y la Cancillería?

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