Hace apenas doce días que arribó a esta ciudad, pensé como era la que recibió a su padre, casi en la misma fecha, en un año que se celebraba, como en este, el campeonato mundial de fútbol. En aquel entonces nuestra ciudad formaba parte de los anfitriones de un importante número de visitantes mundialistas generando expectativas cuando su infraestructura turística, aunque llena de calidez, no era suficiente y los queretanos tan solo veíamos como nuestras plazas del centro de la ciudad se llenaban de cervezas y jóvenes despiertos en sus horarios europeos, armando jolgorios improvisados cuando el tráfico, que no era tanto, se concentraba en las avenidas con nombre de nuestros héroes patrios. Querétaro recién comenzaba a despertar a la modernidad y aún no le caía el veinte de lo que significarían las consecuencias de aquel reciente y terrible sismo que abrió tantas heridas, pero que también nos enseñó a crear conciencia en este México nuestro. Era una ciudad que entonces invitaba a muchos de sus habitantes a acudir al Distrito Federal o a otras entidades a realizar compras o buscar opciones para acceder a muchos servicios en todos aspectos. No obstante, poco a poco comenzaría a desdoblarse y a tener encuentros urbanos del tercer tipo con municipios y localidades aledañas. Debo regresar el pensamiento a la actualidad y ver el importante y trascendental crecimiento que tiene hoy día. Contamos con una importante oferta de bienes y servicios, con múltiples y frecuentes opciones de diversos espectáculos. Una gran diversidad de posibilidades para realizar diversos estudios y especialidades, en fin, una entidad afortunada, dinámica y próspera que aún requiere de ser atendida en algunos rubros y áreas de oportunidad. Sin embargo, pienso en la importancia que tiene para nosotros reconocer la necesidad de cuidar la calidad de vida en una ciudad conurbada que enfrenta sostener lo que ha logrado y mantener la seguridad para sus habitantes, generar oportunidades de empleo, ampliar espacios recreativos y respirables, consolidar opciones educativas para la formación de ciudadanos corresponsables con su entorno y su comunidad, fortalecer la cobertura de servicios de salud, encontrar alternativas de transporte que propicien reducir el uso del automóvil entre muchos otros. Hoy como nunca, Querétaro tiene para ello la oportunidad, si por encima de ideologías e intereses, compartimos una visión de lo que realmente deseamos para nuestros relevos generacionales. Por ello, permítanme escribir también sobre la enorme felicidad que representa para cualquier hombre el acceder al nuevo grado que se obtiene por vía Doctor Honoris Causa en la Universidad de la Vida y es el de ser abuelo. Con que gusto y orgullo porta uno la toga y el birrete, como lo marca el protocolo de las mejores universidades. No se puede evitar sentir la emoción y dicha para reflejarlas como si fuera uno un adolescente enamorado. Sin embargo, esta es distinta, es una felicidad madura y cosechada en la tierra y el polvo que alguna ocasión nos ha tocado morder, con el sudor, lágrimas y amor destinados a los hijos y recompensados con creces. Es, como me lo han compartido muchos amigos titulados, el postre de la vida. Mi examen de titulación, por decisión de sus padres, lleva el nombre de Santiago. Tenerlo en mis brazos y verlo en el de sus abuelas y abuelo, así como en los de sus padres, me lleva a pensar en esa enorme responsabilidad de vida que cada uno de nosotros, quienes formamos parte de una familia, tenemos para entregar en algún momento una estafeta de relevo en un mundo en mejores condiciones que las que nosotros recibimos. Por eso, pienso en el propósito de que la entidad que lo vio nacer, pueda hacer frente a sus nuevos y enormes retos, pero sobre todo, que pueda seguir ofreciendo esa hospitalidad y calidez con las que ha recibido a todos quienes han nacido o han decidido vivir aquí, en este Querétaro nuevo que deseamos conservar. ¡Bienvenido Santiago! *Director administrativo Desarrollos Residenciales Turísticos (DRT)

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