El Covid-19 ya ha causado más de 2 millones de muertes en el mundo. En nuestro continente sigue avanzando sin piedad. La llegada de la vacuna en tiempo récord (un éxito genuino de la ciencia) no es la solución mágica que muchos creen. La vacuna es resultado del incansable trabajo de expertos y no un milagro fantástico. De momento está siendo utilizada para proteger al personal de salud que ha salvado tantas vidas en estos terribles meses. Una vez que ellos estén a salvo, tocará al resto de la población.

En todo el planeta se han administrado 37.9 millones de dosis de la vacuna. De estos, 12,9 fueron en Estados Unidos, 9 millones en China y 4.8 millones en la Unión Europea. En México, se espera contar para fines de este mes con 1 millón 400 mil vacunas.

Es preocupante que existan voces que sugieren aplicar la vacuna selectivamente a partir de consideraciones absurdas. Está el caso de la diputada Nay Salvatori, quien generó mucha polémica al plantear que el personal médico de hospitales privados no debiera ser prioridad para recibir la inmunidad. Su argumento fue que, en caso de contagiarse, tienen los recursos económicos para atender la enfermedad. De entrada, es equivocado sostener que todos los médicos que trabajan en el sector privado ganan mucho y los que trabajan en el público poco. Además, el Covid puede ser letal para quien sea, independientemente de lo abultada que sea la cuenta de banco.

No debiera escatimarse nada a quienes llevan meses en el esfuerzo de atender a los enfermos. Minimizar el riesgo que ellos corren es lo menos que merecen. El gobierno federal, único con acceso a las vacunas, no puede dejar sin protección a nadie que forme parte del sector salud.

El éxito o fracaso de la que parece ser la mayor campaña de vacunación de la historia del planeta, dependerá de lo unidos y sensatos que seamos todos. No es una competencia por ver quién vacuna más rápido y mejor. No debe usarse para generar popularidad, concentrar más poder o ganar votos. No debe tampoco usarse para polarizar todavía más. No podemos permitirnos como sociedad caer en las redes de la división.

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