“Buenas tardes, conciudadanos. Este gobierno, tal y como prometió, ha mantenido una férrea vigilancia sobre las operaciones del ejército soviético en Cuba”. Con estas palabras, John F. Kennedy, presidente de Estados Unidos, inició un discurso que dio inicio a la Crisis de los Misiles, el 14 de octubre de 1962. Leyó el texto ante la radio y la televisión de su país. De sus 2434 palabras, 11 veces se repetía “nuclear”. Los aviones U2 de EUA habían descubierto 8 lanzaderas y 16 misiles en la isla. Durante 13 días, el planeta entero contuvo el aliento, esperando los movimientos militares de la Unión Soviética y del país dirigido por Kennedy, quien, al final, aceptó retirar sus misiles de Turquía, mientras Nikita Krushchev se comprometía a desmantelar los misiles soviéticos en Cuba.

Kennedy pronunció discursos memorables frente a las cámaras y ante los jefes de Estado en una época que pudo haber descongelado la Guerra Fría e iniciado una confrontación bélica cuyas dimensiones no podemos evaluar. En 1961, en Francia, el galante presidente declaró ante De Gaulle: “Soy el hombre que acompañó a Jackie Kennedy a París”, dando a su esposa el protagonismo.

“He dedicado mi vida a la lucha del pueblo africano. He peleado contra el dominio de los blancos y he peleado contra el dominio de los negros. He perseguido el ideal de una sociedad democrática y libre en la cual todas las personas vivan juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal que espero ver realizado, por el que vivo. Pero, Señor, si se requiere, estoy preparado para morir por este ideal”. Es el párrafo medular del discurso pronunciado el 20 de abril de 1964 por Nelson Mandela en el Palacio de Justicia de Pretoria. Tuvo una duración de tres horas y es considerado uno de los textos que ha cambiado la historia humana, por la riqueza de los temas abordados: libertad, paz, racismo, igualdad.

“Nuestro conflicto no es con el pueblo británico. Nuestra lucha es contra el imperialismo. La propuesta de que se retire el poder británico no surge de la ira. Es el deseo de permitir que India represente el papel que le corresponde en la presente coyuntura crítica. No es una posición agradable para una gran nación como India el contribuir con dinero y ayuda material mientras las Naciones Unidas conducen la guerra”, afirmó Mahatma Gandhi el 8 de agosto de 1942, al apelar a la resistencia pasiva.

Muchos estadistas, a lo largo de la historia, han dictado discursos poderosos, capaces de sintetizar las emociones, ideas y postulados de millones. Mi suegro, un hombre bueno e inteligente, guardó en su mente por años las palabras que Salvador Allende pronunció en la Universidad de Guadalajara, el 2 de diciembre de 1972, cuando el presidente chileno abrió su corazón a los estudiantes. Sobre la salud, dijo: “Allá hay muchos médicos —y yo soy médico— que no comprenden o no quieren comprender que la salud se compra, y que hay miles y miles de hombres y mujeres en América Latina que no pueden comprar la salud; que no quieren entender, por ejemplo, que a mayor pobreza mayor enfermedad, y a mayor enfermedad mayor pobreza y que, por tanto, si bien cumplen atendiendo al enfermo que demanda sus conocimientos sobre la base de los honorarios, no piensan en que hay miles de personas que no pueden ir a sus consultorios y son pocos los que luchan por que se estructuren los organismos estatales para llevar la salud ampliamente al pueblo”.

En nuestros días, entre los políticos capaces de estremecer a las multitudes está Barack Obama, quien dijo el 5 de noviembre de 2008, en Chicago: “Si todavía queda alguien por ahí que aún duda de que Estados Unidos es un lugar donde todo es posible, quien todavía se pregunta si el sueño de nuestros fundadores sigue vivo en nuestros tiempos, quien todavía cuestiona la fuerza de nuestra democracia, esta noche es su respuesta. Es la respuesta pronunciada por jóvenes y ancianos, ricos y pobres, negros, blancos, hispanos, indígenas, homosexuales, heterosexuales, discapacitados o no discapacitados. Estadounidenses que transmitieron al mundo el mensaje de que nunca hemos sido simplemente una colección de individuos”.

Gracias a la acción de Obama a lo largo de su gobierno, a su carisma y fuerza, Joe Biden venció a un bufón de mechas amarillas que gusta de amenazar al mundo.

El mejor discurso de la historia es pronunciado todos los días por hombres jóvenes, a veces con palabras ahogadas en lágrimas. Son palabras de bienvenida: “Hijo mío, has llegado a este mundo. Tu madre y yo te hemos esperado durante nueve meses, nuestra familia cambiará a partir de ahora. Por ti, seré una mejor persona. Te amaremos más que a nadie, todos los días de nuestra vida”.

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