La inseguridad debe ser combatida por una sociedad, de la misma forma que el médico ataca un virus cuando éste llega al organismo del humano.

El virus, a semejanza del crimen, llega casi siempre en silencio y sin anunciarse. En el caso de los más peligrosos incluso no se delata vía ningún síntoma. Se instala donde le parece que su presencia será menos perceptible y busca poco a poco invadir las zonas de mayor influencia para, desde ahí —habiendo previamente atacado las defensas del organismo—, adueñarse del todo con ataques demoledores que pueden llegar a provocar desenlaces fatales.

Así, me comentan especialistas, es fundamental que la sociedad, al igual que el individuo que siente el riesgo de enfermar, actúe con oportunidad. Menospreciar algún síntoma puede ser lamentable, se debe acudir al médico, ir con un especialista es determinante al momento de diagnosticar y recetar. Es un error quedarnos, ante la enfermedad, en la autocomplacencia o acudir a la charlatanería. El médico, como los cuerpos de seguridad, no debe permitir que las defensas del cuerpo social bajen a niveles que le hagan vulnerable al virus del crimen.

Ejemplos de lo anterior se multiplican, los hay de una descomposición tal que se convierten en ejemplos de Estado fallido; “la inexacta cifra” de entre 70 y 90 mil muertos en la lucha contra el crimen organizado que emprendió el gobierno de Calderón con sus devastadoras consecuencias en zonas como Tamaulipas, Coahuila, Guerrero y Michoacán.

Es fundamental que el nuevo gobierno realice un diagnóstico adecuado, que no tome decisiones precipitadas, que la estrategia seguida hasta hoy se revise para que no nos pongan en riesgo de colapso. Es de capital importancia saber cuál es la actitud del “cuerpo social” respecto a los vicios tradicionales, cuál su propensión a las adicciones; lo que nos dará luz para saber si en esa sociedad es más o menos probable que crezca el narcomenudeo con sus respectivas consecuencias.

Esta línea de acción conduciría al gobierno de Peña Nieto de manera más certera a la génesis del criminal y, en consecuencia, tendríamos más elementos para atacarlo con eficiencia. Por el contrario, si no sabemos lo básico, menos resolveremos lo complejo y sólo daremos “palos de ciego”, que lo único que lograrán es aumentar frustraciones y miedos mientras el virus lo corrompe todo. Esto en la práctica quiere decir que la sociedad pierde confianza en sí misma, en sus instituciones; lo que acabará por dejarla más vulnerable ante el crimen organizado.

Como el buen médico, la sociedad y sus cuerpos de seguridad —sus defensas— deben estar fortalecidas, atentas, solidarias y comprometidas ante la lucha por la salud pública. En Querétaro, las últimas semanas hemos vivido días atípicos que han generado dudas entre sectores de la población preocupados por los sucesos que se presentaron, por ejemplo, en la delegación Santa Rosa Jáuregui o en el fraccionamiento Candiles del municipio de Corregidora.

Repetiré de nuevo, porque las circunstancias lo ameritan, lo que aquí y en diferentes espacios he reiterado: es la hora de sumarnos y fortalecer los esquemas de inteligencia policiaca para evitar que llegue a invadir nuestro organismo social el virus del crimen organizado.

El fondo de este problema no se resuelve aquí ni en ningún otro lugar del mundo sólo con patrullas y armamento. Es la hora de ser solidarios, nada indiferentes ni desidiosos ante la evidencia de que el escenario está cambiando para mal. Hay síntomas clarísimos, vayamos juntos por la receta que nos indique lo necesario para evitar males mayores.

Construyamos más y mejores espacios y oportunidades para que especialmente nuestros niños y jóvenes vivan mejor, que ocupen sanamente su tiempo libre, que las personas en edad productiva tengan oportunidades de un trabajo digno y bien remunerado. Operemos planes que construyan programas en favor de los valores cívicos, éticos, morales y de cualquier otro tipo que estimulen a las personas a ser mejores seres humanos; estas serán las mejores medicinas, el tratamiento adecuado, el mejor remedio para reconstruir la salud que nos está mermando.

Comunicólogo y periodista

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