No quería dejar de reflexionar sobre el Día Mundial de la Población que celebramos apenas el 11 de julio, y que fuera establecido por el Consejo de Administración del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en 1989.

Es decir, se han cumplido tres décadas desde su instauración y hoy mantiene vigente su intención principal de poner atención sobre la urgencia y la importancia de las cuestiones de población, es decir, tomar conciencia sobre las temáticas globales demográficas, incluidas en estos años por ejemplo, sus relaciones con el medio ambiente y el desarrollo, el bienestar y calidad de vida de las personas, así como la consideración prioritaria de las mejoras en su salud y el consiguiente fortalecimiento de sus derechos reproductivos, entre otros.

Este día nos transmite la necesidad de una adecuada prospectiva en la materia por parte de los países del orbe, se trata de un recordatorio sobre la urgente permanencia de una visión de largo alcance que pudiera permitirnos una mejor planificación del futuro para generaciones venideras.

Permítanme profundizar un poco, requerimos una visión responsable que proyecte la dinámica poblacional y la utilice siempre a nuestro favor, como una importante herramienta para el crecimiento rumbo al desarrollo, y no como el simple causante de negativos efectos relacionados con el imprevisto crecimiento poblacional.

El Día Mundial de la Población nace de una preocupación que en 1989 significaba el acelerado ritmo de crecimiento poblacional, que había llegado a los 5 mil millones de personas, siendo que las naciones no estaban previniendo en sus políticas el aprovechamiento de este fenómeno, lo que sin duda repercutiría en una pauperización generalizada y en una sobre explotación de los recursos disponibles por decir lo menos.

Si bien, en la actualidad este ritmo ha disminuido, no podemos dejar de considerar la existencia de grandes retos que amenazan la sostenibilidad, el urbanismo, el acceso a los servicios de todo tipo o el empoderamiento de los jóvenes en el mundo, valorándolos como la siguiente generación que haría frente a la agudización de problemáticas o bien al surgimiento de otras, como por ejemplo, la pérdida o el desperdicio de un tercio de los alimentos que se producen (mil 300 millones de toneladas de comida desperdiciada al año); la creciente presencia de 821 millones de personas con hambre; la disruptiva obesidad de la población mundial (lo que habla de una disminución nutricional en la industria alimentaria global); la falta de acceso al agua de 20% de la población o el terrible récord de 205 millones de desempleados, etc.

Las cuestiones de población como las que motivaron la celebración  y las que mantienen su vigencia como se ha expresado anteriormente, nos deben de preocupar y ocupar mucho en México, pues recibimos esta fecha con la noticia de que en el año 2020 seremos el décimo país más poblado del planeta (desplazando a Japón) estimando alrededor de 128 millones de habitantes, respecto de los 125 millones que somos hoy; y de los 83.7 millones que éramos en 1989.

Donde, entre muchos datos, sobresale nuestra imparable desigualdad y falta de acceso a oportunidades de desarrollo de gran parte de la población, precisamente desde hace 30 años aproximadamente, con el conocido desenlace estructural que hoy sufrimos ante un deterioro del tejido social que ha orillado a muchos mexicanos hacia las conductas antisociales o a la migración para su sobrevivencia y la de sus familias.

Permítanme en una siguiente opinión compartir con ustedes la posición de nuestro país en el marco del Día Mundial de la Población, y el papel que ha jugado y queremos que juegue con visión nuestro pujante, pero también desigual estado de Querétaro.

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