El miércoles pasado, 8 de marzo, se conmemoró el Día Internacional de la Mujer. Este año, se dedicó a “las mujeres en un mundo laboral en transformación: hacia un planeta 50-50 en 2030”.

Se pretende lanzar un plan de acción que permita lograr un balance en el ámbito laboral y profesional entre hombres y mujeres, dado que actualmente, según datos de la ONU,  76% de las personas en edad de trabajar está representado por hombres, y solo el 24% restante son mujeres.

Uno de los factores que la ONU menciona de mayor preocupación, es que quienes desempeñan trabajos no remunerados son mujeres en una abrumadora mayoría; eso, desde luego, se refiere, entre otras cosas, al trabajo doméstico no realizado por empleadas del hogar, sino por las propias mujeres de la familia a las que los beneficiarios del trabajo no les pagan un salario.

En una ocasión escuché una curiosa conversación en la que alguien, al preguntarle a un hombre sobre si le pagaba un salario a su madre por cocinar y hacer otras labores del hogar, el hombre en cuestión, indignado, contestó que por supuesto que no, porque su madre no era una empleada doméstica; a lo que la otra persona le contestó que si entonces su madre era una esclava, pues por lo menos la empleada doméstica recibe un salario y tiene algún día de descanso. Miles de mujeres se encuentran en esa situación en este país.

Por otro lado, la ONU muestra preocupación también en el sentido de que en muchas partes del mundo las mujeres participan en una mucho menor proporción que los hombres en el estudio de ciertas disciplinas y en el ejercicio de ciertas profesiones.

Lo anterior se debe, en mucho, a ideas preconcebidas, respecto de los papeles que deben desempeñar las mujeres y los hombres en culturas machistas como la nuestra. Es por eso que la Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer establece:

“Artículo 5: Los Estados Partes tomarán todas las medidas apropiadas para: a) Modificar los patrones socioculturales de conducta de hombres y mujeres, con miras a alcanzar la eliminación de los prejuicios y las prácticas consuetudinarias y de cualquier otra índole que estén basados en la idea de la inferioridad o superioridad de cualquiera de los sexos o en funciones estereotipadas de hombres y mujeres; b) Garantizar que la educación familiar incluya una comprensión adecuada de la maternidad como función social y el reconocimiento de la responsabilidad común de hombres y mujeres en cuanto a la educación y al desarrollo de sus hijos, en la inteligencia de que el interés de los hijos constituirá la consideración primordial en todos los casos”.

Estos estereotipos conducen a un avance muy lento para lograr que las mujeres ocupen cargos superiores en las empresas.

El objetivo 50-50 debe entenderse no en términos simplemente numéricos, sino de calidad en el desempeño  en todos los ámbitos; tanto empresariales como gubernamentales y profesionales. El secretario general de la ONU afirmó que “la igualdad de género es un elemento central de la Agenda 2030… El objetivo de Desarrollo Sostenible 5 pide específicamente la igualdad de género y el empoderamiento de todas las mujeres y las niñas, y esto es fundamental para el logro de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible”.

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