Hace ya algunos años, el destacado columnista liberal Jesús Silva-Herzog Márquez sentenció que en la democracia cabe tanto el grito como el aplauso.

En mayo de 2012, justo en plena contienda electoral de dicho año, cuando arreciaban los actos de protesta contra el candidato puntero, Enrique Peña Nieto, a la postre, presidente de la República, escribió que “si tachamos las consignas como acto antidemocrático, deberíamos hacer lo mismo con las porras. El repetir alabanzas al candidato es tan democráticamente cuestionable como corearle maldiciones. (...) Que las porras y las consignas sean boberías, una violenta agresión al juicio literario no significa que sean irrelevantes o, peor aún, peligrosas. Que no alcancen estatura de argumento, que se satisfagan en la reiteración y en el ruido no quiere decir que sean ajenas a la vida democrática”.

Al final, Silva-Herzog concluye que “protestar es otra forma de ejercer la ciudadanía”.

En este mismo espacio, en 2014 retomé dichos argumentos para cuestionar los cierres del Centro Histórico queretano cuando el entonces presidente Peña Nieto venía a actos oficiales al Teatro de la República. Entonces escribí: “Las protestas no nacen por generación espontánea. No aparecen por milagro. No son anomalías. No son una falla en la matrix del mundo feliz que dibuja la propaganda gubernamental”.

“La élite gubernamental quiere hacernos creer que la protesta es el problema. Pretenden criminalizarla. Sin embargo, ésta es sólo el síntoma shakesperiano de que algo está podrido en el Estado mexicano y hay que renovarlo”.

Y ahora en la vida cíclica de la política mexicana, tenemos que recordar dichas citas toda vez que el gobernador Francisco Domínguez cometió nuevamente otro exabrupto político y ha dejado ver su lado autoritario y su poca capacidad de entender las manifestaciones de la democracia al declarar ante los medios que ‘cazarán’ a quienes abucheen a los gobernadores que asistan a los eventos en compañía del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador.

¿Cómo ‘cazarán’ a los inconformes? Pues en palabras que Domínguez Servién dijo a la prensa queretana: “Esto es difamación para cualquier gobernador de cualquier personaje que ahora los vamos a estar cazando, filmando para tener todas estas pruebas. Esto no es juego tiene que haber un respeto entre los tres niveles de gobierno”.

De entrada, el gobernador, además de dejar ver su carácter intolerante, reconoce también de manera oficial una práctica que desde hace años se realiza en el área de “inteligencia política” de los diferentes gobiernos estatales: el fotografiar y videograbar a quienes asisten a una marcha de protesta, e incluso, algunas veces a los mismos reporteros que cubrían dichos acontecimientos. ¿Con qué fin hacían dichos registros? Lo desconozco, pero muchas veces estos actos fueron denunciados y las autoridades nunca respondieron. Hoy, Domínguez nos informa que dichos archivos de imagen servirán como pruebas para una demanda por difamación del gobierno contra los ciudadanos que ejercen su legítimo derecho a protestar.

Y ojo, que Domínguez quería acusar a Morena, no al presidente, de orquestar los abucheos contra los gobernadores pero sus declaraciones revelaron su talante autoritario y que las protestas de los habitantes de Menchaca le hicieron repercutieron en su ánimo político.

Francisco Domínguez, acostumbrado a las lisonjas de los que le rodean en palacio y los mítines a modo donde le aplauden, sufrió un duro golpe de realidad cuando escuchó los reclamos de los queretanos de colonias populares. Ahora, ante el temor de ser abucheado masivamente en un evento con el presidente, ha mostrado el mayor de sus miedos y su lado más intolerante.

Periodista y sociólogo. @viloja

Google News