Como hemos comentado en las anteriores entregas, la democracia, los sistemas electorales, los partidos y las elecciones son elementos que convergen en la política contemporánea.

Bobbio refiere en su capítulo “Las promesas no mantenidas por la democracia” consideraciones sobre aspectos de comportamiento y juicios de valor, las democracias, los sistemas electorales y los partidos los hacen funcionar personas con sus preferencias y diferentes percepciones; la democracia necesita algo más que reglas y procedimientos.

Si los partidos políticos consiguen garantizar a sus adherentes y a sus militantes capacidad de incidir en las decisiones; los sistemas electorales se verán fortalecidos y la democracia tendrá esa calidad que se busca.

No se puede plantear a los electores como un colectivo indeterminado o sujeto a elementos determinantes, hay diferentes tipos de votos como lo define María de las Heras. Hay un tipo de voto que ella llama "inercial" y otro que se define como de "circunstancia”. Existe un voto que se mantiene fiel a un partido político, lo que suele llamarse "voto duro" o, en términos de la mercadotecnia electoral, "lealtad de marca". Esta primera forma del voto ejemplifica el hecho de que al estar los electores identificados con un partido no precisan de muchos argumentos para tomar su decisión, los partidos contrarios poco pueden hacer para que modifiquen su intención de voto. El voto “inercial” tendría su explicación en términos weberianos, como una acción de tipo emocional afectiva, que tiene que ver con afectos y estados sentimentales actuales, y el “tradicional”, determinado por una costumbre arraigada.

Sin embargo, en los últimos años el comportamiento electoral de los ciudadanos ha cambiado. Lejos de la relativa previsibilidad anterior, parece haberse producido una ruptura de los patrones tradicionales del voto. La posición en la estructura social, la identificación partidista y la ideología determinaban en gran medida el partido por el que los individuos decidían votar. Sin embargo, la actualidad está marcada por la volatilidad electoral, la cual ha provocado importantes cambios en la política.

Una confluencia de factores (crisis económica, inseguridad, corrupción política, etc.) ha propiciado un cambio importante en las lealtades partidista; el voto es mucho más volátil.

Los electores cambian con mucha más facilidad su voto, basada su decisión en estados de ánimo y percepciones personales.

Los modelos tradicionales sobre comportamiento electoral surgieron para explicar las continuidades existentes en el voto de los ciudadanos. La literatura académica se centra principalmente en los factores que dan estabilidad a la decisión de voto de los individuos, los cuales propician que voten a una determinada formación prácticamente de forma automática, como la identificación partidista y la ideología.

Los partidos políticos surgirían para representar a cada uno de los bandos en disputa en un determinado eje de conflicto y el sistema de partidos resultante de dichas divisiones se consolidaría y “congelaría”, ya que el voto sería un acto de expresión, apoyo y reafirmación del bando o grupo social de pertenencia, por lo que no se producirían cambios.

En el ensayo de Bobbio “El futuro de la democracia”, en su último capítulo que titula “Apelación a los valores”, señala: Si la democracia es principalmente un conjunto de reglas de procedimiento, ¿cómo puede pretender contar con “ciudadanos activos”? y también se pregunta: ¿No se necesitan acaso ideales para contar con ciudadanos activos?

Sí, son necesarios los ideales, pero también los valores como condición para la creación de una forma de convivencia deseable y aceptable.

Expresidente municipal de Querétaro y ex legislador. @Chucho_RH

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