Querétaro fue escenario para la promulgación de la Constitución de 1917 y dentro de ella, el artículo 123 que consagró por primera vez en el mundo las garantías sociales de los trabajadores. También fue pionero años más tarde, de la fundación de una de las centrales sindicales más antiguas de la zona: la Federación de Trabajadores del Estado de Querétaro (FTEQ). En 1922 ya existía en nuestro país la Confederación General de Trabajadores de México, atacada por un grupo de jóvenes fanáticos denominados “Caballeros de Colón” (tildados de ultraderechistas) pertenecientes a la Asociación Cristiana de Jóvenes Mexicanos; “Caballeros” que aparecerían más tarde en la conformación de grupos de ultraderecha en el Bajío, conocidos entre otros como El Yunque. El 15 de marzo de 1936 se funda en Querétaro, la FTEQ, conformada principalmente por trabajadores de la empresa Textiles Hércules, Paz y Trabajo, Bonetera Queretana, La Mica y en cuya fundación tuvo un papel importante, el sacerdote de la Iglesia Católica, Gonzalo Vega y con gran influencia también del Partido Sinarquista, lo que nos hace pensar en que sigamos siendo un estado clerical. En nuestro estado, la CTM se funda años después. Le seguirían otras centrales obreras como la CROC, CROM y tras vanos intentos de ingresas a nuestro estado, la CTC y otros sindicatos bautizados con el nombre añejo e impreciso de independientes, por no estar en el Congreso del Trabajo, cúpula del movimiento obrero. Los telares de madera de las empresas textiles eran operados por obreros con conciencia de clase y en su mayoría, apegados a la Iglesia Católica. En la FTEQ conocimos a don Fernando Padilla, a Salvador Olvera (con quien tuvimos la fortuna de convivir por los rumbos de Corregidora); hombres rectos en su actuar, muy trabajadores y preocupados por el bienestar de sus representados y ¡honrados! El tiempo pasa y el pueblo de Querétaro creció. Ahora era un territorio con asentamientos y ampliaciones de industrias de autopartes y diversos insumos. A cada camada de gobiernos, vemos cómo crecen los megaedificios, las mansiones, los parques industriales construidos sobre ejidos, tierras de cultivo y adquiridas por centavos o robadas a sus legítimos propietarios, por diversas autoridades municipales, estatales o federales. La herencia del virreinato, la codicia y falta de escrúpulos; empero, debido a los bajos salarios, las empresas extranjeras trajeron el boom de la modernidad, a los de afuera y los cambios de suelo, desde el punto de vista del “Derecho”, propalaron por doquier, con sus excepciones por supuesto. Ahora el pueblo seguía creciendo, lo que me recuerda a Simone de Beauvoir: “Es lícito violar una cultura, pero con la condición de hacerle un hijo”. El estado se convertía en atractivo del jefe de familia que deseaba una vida más tranquila para ésta y, quizá en algunos casos, sacrificando sus ingresos. Los trabajadores de la industria textil desaparecieron debido a las altas tecnologías que se aplican en casi todas las ramas industriales; autopartes de manera principal y así se llega a la fabricación de componentes de avión, helicópteros y por supuesto, el sindicalismo se ha tenido que adecuar a las demandas de los trabajadores quienes ya comienzan a tener, no sólo estudios de preparatoria, sino también estudios en diversas tecnologías e ingenierías; es decir, los líderes, sí aquellos que se autonombran como tales, ya no les pueden dar “atole con el dedo” ni prometer las perlas “de la Virgen” a sus afiliados y con la nueva Ley Federal del Trabajo, tienen que implantar la democracia sindical y rendir cuentas sobre sus ingresos y los trabajadores, pueden o no formar parte de los sindicatos. Empero, lo más importante, es la enorme velocidad con la que se desarrolla la informática, la tecnología y aquellos trabajadores de cualquier rama, bien pueden ser sustituidos por robots y las personas que no se capaciten y adiestren en los nuevos modelos de producción, fácil y desgraciadamente, quedarán sin empleo. Bien, atenúo un poco vuestra lectura; es decir, todo en el estado era verdadero, sólo eran falsas las circunstancias. Por todo lo anterior, es prudente recordar las palabras de Fabrizio Mejía Madrid. “La modernización siempre cuenta su propia historia como una cadena de sucesos que tienen un único fin: un barco que evitó el naufragio a costa de la tripulación”.

Especialista en Derecho del Trabajo y Seguridad Social

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