México ha pasado del partido único a la “alternancia”, pero ésta no erradicó al sistema putrefacto y corruptor que nos hunde, más bien las nuevas siglas se convirtieron en patente de corso para expoliar a la población, que inocentemente pensó haber votado por el cambio. Cada nueva administración federal llegó al poder apoyada por grupos metapartidistas, con alianzas abiertas o secretas, pero siempre con apoyos más allá de sus colores. Para 2018 ya se están moviendo las aguas y por primera vez en décadas, ignoro el posible resultado de la contienda.

Dentro del PRI, al parecer hay desasosiego, el presidente pretende imponer a su sucesor, antes en la persona de Luis Videgaray quien resulta profundamente antipático a la ciudadanía, ahora a Aurelio Nuño y quien no sube en las encuestas. Los resultados en las elecciones de este año no fueron alentadores, por lo que la salida de Beltrones de la presidencia de ese partido no fue casual. Curiosamente, el PRI tendría una oportunidad de ser competitivo en la contienda si eligiera al único aspirante que además de ser popular es una “bisagra” entre el viejo y el nuevo PRI: José Calzada.

Morena por su parte, sigue fortaleciéndose sembrando discordia entre los mexicanos y allegándose el apoyo de los sectores más violentos del país. No tiene visión de Estado, parafraseando al Rey Luis XIV, Morena es el Peje y de llegar al gobierno el Estado sería él mismo, con todo lo que ello implica, es decir, viviríamos en el país la pesadilla de la Venezuela chavista, sólo que sin petróleo. Un dato preocupante: sectores del PRI se están acercando al tabasqueño, no por nada el Peje les ha ofrecido amnistía en caso de pasarse a su bando.

En el PAN hay vientos de tormenta, Ricardo Anaya ha traicionado una vez más a quienes lo han apoyado, recordemos que éste ha consolidado su poder a base de prometer puestos importantes, lisonja y traición. Primero a muchos panistas queretanos (¡y vaya que soy testigo de ello!). luego a Rafael Moreno Valle, quien le aportó recursos y logística para llegar a la cúpula blanquiazul, ahora a Gustavo Madero a quien traicionó por segunda ocasión, no cumpliendo la promesa de nombrarlo presidente de la Cámara de Diputados. El malestar es mayúsculo, sobre todo porque una de sus propuestas para llegar a la presidencia de ese partido era la de inclusión y unidad, y el Cerillo sólo incluye a sus amigos, aunque éstos no se caracterizan precisamente por su sagacidad y honradez. Recordemos que el recién nombrado Javier Bolaños tiene una fama negra por sus presuntos vínculos con el crimen organizado y el desfalco de 200 millones de pesos a la Comisión Estatal de Aguas de Morelos, por supuesto, hasta ahora no ha dado la cara, ni al parecer le importa lo que opine la militancia de sus decisiones.

Peña Nieto necesita un sucesor que le garantice impunidad, además de continuar con sus reformas y la aplicación de la “agenda de género” impuesta desde el exterior, por ello no puede tomar el riesgo de tener un candidato perdedor. Por tal razón, no le quita la vista a Anaya, a quien conoció en 2012, de la mano de Madero, así junto con el PRD presentaron el Pacto por México. Peña conoce los alcances del queretano, su gusto por los negocios y la buena vida, sabe que retomó las alianzas contra natura con el PRD y que buscará que estas continúen de cara al proceso del 2018, con él a la cabeza. La última traición ha comenzado.

Google News