Después del acto de toma de posesión del actual gobernador de Querétaro, el 1 de octubre de 2015, tal vez el acto de gobierno de mayor trascendencia hasta ahora sea la declaratoria vía decreto de las zonas metropolitanas I y II en nuestro estado. La primera zona conformada por los municipios de Querétaro, Corregidora, El Marqués y Huimilpan, y la segunda articulada en San Juan del Río y Tequisquiapan. Reconocer la identidad territorial, poblacional y unidad económica de las dos regionales demuestra que tal vez la figura del municipio como sujeto de derecho debe dar lugar al protagonismo de las metrópolis.

En un propósito inicial, el decreto de creación de las metrópolis reconoce que es necesario un nuevo orden urbano para transformar la vida de las ciudades. Y que éste pasa por reconocer el derecho a la ciudad, atribuible a todos los habitantes, entendido como esa posibilidad de inserción exitosa en la vida de las metrópolis, la capacidad para desplegar un haz de derechos por el sólo hecho de vivir en un lugar y construir su crecimiento, al mismo tiempo que se participa del usufructo de los derechos de la ciudad; por ejemplo, el derecho a una vivienda digna, a tener un empleo, al esparcimiento, al libre desarrollo de las libertades. El nuevo sujeto que nace de la idea de la metrópoli es un concepto, una imagen, pero sobre todo una realidad social. Hay un entramado de hombres y mujeres que convergen en un tiempo y en un lugar —muchas veces hasta el hacinamiento— que han decidido vivir un proyecto colectivo, motivados porque en el lugar se despliega cierta actividad económica o cultural o porque las circunstancias así han orillado a determinados grupos a concentrarse en ciertos lugares, y que, de forma inexplicable, descubren o crean una vocación productiva y es así como se planta la semilla de las metrópolis. Muchas veces a contracorriente de la ley o de plano al margen de la misma, de ahí la necesidad de que las metrópolis se encuentren más que ayunas de reivindicar el principio de la ley.

El decreto, que se firmó por el señor gobernador y por la titular de la Sedatu, persigue una ruta común para hacer más sustentable la vida de las regiones. Ya la asunción de este concepto de hacer sustentable es ir más allá de la típica idea de crecer y desarrollar en tamaño y en ingreso las regiones, es pensar en el futuro de éstas a efectos de que reproduzcan sus propias condiciones de desarrollo, es decir, que florezca una región con un espíritu perenne, un sentido de eternidad, no en el símil religioso, sino de perdurabilidad en la historia.

Elegir a Querétaro como centro de alumbramiento de las metrópolis mexicanas nos compromete a generar una reforma urbana que destierre la incertidumbre y zozobra de miles de personas que no tienen la seguridad de una vivienda o de un empleo estable y remunerativo. La deuda social pesa sobre las conciencias y las agendas de las instituciones que hasta ahora han postergado el reto de las metrópolis, esperando que por arte de magia las leyes del mercado regulen y equilibren el desarrollo, cuestión que no ha ocurrido. Esta iniciativa metropolitana debe ser reconocida y tiene que invitar a que la ciudadanía se involucre en ella. Sin la incorporación de los habitantes, la apuesta metropolitana será un profundo fracaso, será una reforma desde las élites y sólo una justificación utilitarista con fines electorales.

En efecto, muchos esperamos que la compactación del territorio en las dos regiones metropolitanas no signifique una estrategia de compactar los electorados de esas zonas para hacerlos electoralmente homogéneos y manipulables de cara a la elección de 2018. Sería una decepción y un engaño con altos costos dejar a la deriva a cientos de miles de personas que todavía esperan una respuesta a la hipoteca social que ningún partido político ha accedido a saldar desde el ejercicio de gobierno.

La reforma social y política que puede venir de la creación de las dos metrópolis en el estado de Querétaro puede ser un modelo de organización política y social para el país. Debe tener su correlato en materia política, ya que las metrópolis como tales no se encuentran representadas en los órganos de gobierno, sino mediatizadas en las figuras tradicionales de los municipios, lo que es ya insuficiente para la realidad de Querétaro y de todo México. En concreto, ahora le toca al INE asignar a Querétaro los distritos electorales federales que desde hace más de quince años nos deben y que conforme a la explosión demográfica y su impacto en Querétaro son, por lo menos, dos más. Ninguna metrópoli sin representación, esa es la promesa. Ese es el correlato de la reforma urbana y debemos asumir ese desafío.

Abogado

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