Hace unos días, un grupo de empresarios queretanos nos reunimos con Alfonso Romo, el enlace del presidente López Obrador con Coparmex y principal asesor económico del gobierno federal. Durante el encuentro matizamos inquietudes, incertidumbres y temores. Expusimos nuestras preocupaciones sobre el presupuesto de egresos y sus disparidades, el aeropuerto de Texcoco y los costos financieros de su cancelación, la Guardia Nacional que institucionaliza la militarización del país, los programas sociales que regalan dinero en lugar de invertir en obra, la apuesta por los combustibles fósiles en lugar de los renovables.

Durante dos horas hicimos preguntas y puntualizamos cómo nuestra posición ha transitado del nerviosismo al encono, del malestar a la zozobra. Mi voz no fue guiada por mi opinión individual sino por los comentarios que he recibido directamente del empresariado queretano.

Debo confesar que Romo fue paciente y sereno; reconoció decisiones que él mismo ha cuestionado, ahondó sin cortapisas sobre el mal estado de ánimo empresarial a nivel nacional y aceptó -lo que consideró- errores en el presupuesto de egresos. También platicó del proyecto de nación que proponen y pidió confianza argumentando que nuestra incertidumbre se basa en casi dos meses de administración, cuando las tareas que han proyectado llevarán los próximos 70 meses. Habló del encono nacional y urgió a la serenidad, a bajarle dos rayas a la crítica y a esperar resultados. Pidió conciliación y pidió tiempo y “no estar en contra del presidente”.

Salimos de la reunión un poco despresurizados, pero sin firmarle un cheque en blanco. Sin creer en milagros ni dogmas, sin creer que el “pueblo bueno” deja de ser corrupto sin los incentivos o castigos adecuados, sin creer que es mejor darle un subsidio a los ninis en lugar de entregarle un capital semilla a los emprendedores.

No creo en posturas de fe y quedamos de volver a reunirnos para platicar avances y retos o quizás reclamos. Quedamos en mantener un diálogo abierto buscando encontrar coincidencias. Mantuvimos y mantendremos una posición de respeto sin que dejemos de señalar lo que consideremos está equivocado.

Mantendremos una posición independiente, la cual es avalada por datos que respaldan que sabemos hacer las cosas bien, al menos en esta región que es la de mayor crecimiento del país. Pues mientras México país sale de la lista de los mercados mas atractivos para los inversionistas globales, pasando de lugar 8 al 13 de acuerdo a la encuesta  de Price Water House Coopers; los últimos datos del Laboratorio Nacional de Políticas Públicas del CIDE dicen que somos, junto con San Luis Potosí, Guanajuato y Aguascalientes, la región exportadora por excelencia y la región de mayor atracción de inversión extranjera directa. A pesar de que concentramos solamente el 10% de la población nacional realizamos el 15% de las operaciones de exportación del país y captamos el 18% de la inversión extranjera. Hacemos más con menos.

No somos improvisados, somos un acelerador nacional que sabe crear empleos y crecer. Sabemos hacer empresa y sabemos hacer país sin promover el encono y manteniendo una crítica de altura. Somos promotores del diálogo y conciliadores naturales que sabemos llevar conversaciones cruciales porque comprendemos nuestro objetivo y el objetivo del otro y así coincidir en un objetivo común que genere un ganar-ganar.

Hoy necesitamos más diálogo y menos retórica, más cifras reales y menos imaginarias, pues el país se encuentra en un encono enfurecido que reproduce los peores conflictos mundiales, desde la balcanización hasta el conflicto árabe-israelí.

No obstante, incluso ahí, cuando israelitas y egipcios se sentaron a la mesa en 1978 para negociar en Camp David sabían que debían transitar de un modelo de negociación de suma cero a uno de suma positiva pero no sabían cómo, ambos tenían razones históricas y legales. Ambos tenían la razón y ambos estaban equivocados. Ambos tenían el interés común de resolver pronto los altos costes que les estaba representando mantenerse en guerra, lo que a su vez los distraía de la resolución de los problemas internos de cada país. Ambos tenían intereses diferentes pero compatibles: para Israel era afianzar por fin la seguridad en su frontera, para Egipto era recuperar soberanía y territorio.

Las razones históricas y el odio religioso pasaron a un segundo plano cuando ambos decidieron jugar un juego de suma positiva donde ninguno ganaba todo, pero ambos ganaban suficiente.

De ahí que los empresarios estemos obligados a ocupar nuestro lugar y nuestra voz en este desconcierto nacional y abonar a negociaciones de suma positiva, para transitar del desconcierto a la acción, para dejar de ser víctimas y convertirnos  en actores.


Presidenta de Coparmex Querétaro

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