El que con leche se quema, hasta al jocoque le sopla: Sabiduría popular

La semana anterior en este espacio me referí al contrato DACBS/018/18 signado en febrero de 2018 entre autoridades del municipio de Querétaro y el representante legal de la firma AR Medios Integrales S de RL.

En ese espacio (“Todo por 349 mil pesos”) señalé varias cosas, entre ellas que una de las firmantes fue la entonces coordinadora de comunicación social en el trienio de 2015 -2018, Estela Valenzuela García.

La inclusión de la exfuncionaria pública en el texto que hace referencia a una indagatoria de la Fiscalía Anticorrupción del estado, hirió su susceptibilidad y me solicitó realizar la aclaración pertinente pues alega que ella nunca fue requerida por autoridad alguna por la irregularidad generada en la licitación del contrato.

“Nunca me han sido notificados durante mi responsabilidad como servidora pública, ni a la fecha, que sea objeto de una observación que mereciera ser solventada por mi parte en calidad del cargo que desempeñé durante la pasada administración”, dice Valenzuela García en su carta y tiene razón.

Jamás señalé que ella fuese parte de la indagatoria, ni afirmé que haya formado parte de actos irregulares.

Si su paranoia así se lo hace ver, ese no es mi problema; por lo demás, dejo el tema zanjado y me dedicaré a temas verdaderamente relevantes.

La salud del inquilino de Palacio como tema de seguridad nacional. El pasado domingo el inquilino de Palacio reveló en sus redes sociales que se había sido contagiado de la Covid-19. Cuando leí el mensaje lo primero que pensé fue: ‘tenía que pasar’.

Los ‘detente’, la irresponsable necedad de evadir el uso del cubrebocas, el insistir en los abrazos, en salir de gira, en codearse con la gente y la incomprensible decisión de no vacunarse, dieron resultados, se contagió. Aunque hay sectores de la población que no lo creen.

Soy un convencido de que la salud de cualquier jefe de Estado es un asunto de seguridad nacional y México no debería ser la excepción y no seré yo quien ponga en duda la afirmación del mismo inquilino de Palacio, en el sentido de que está enfermo; sin embargo, la falta de claridad en la información emitida sobre el particular, la nula presencia pública del Jefe del Estado mexicano y la cerrazón por que sean autoridades médicas —no el inútil de Hugo López-Gattel, cuya credibilidad es menor a la del vocero presidencial— las que informen del estado de salud de López Obrador generan vacíos informativos y éstos, en comunicación y más en comunicación política, siempre terminan siendo ocupados. En este caso, el vacío en la información y la infodemia generada —y temo que incluso promovida— desde el primer círculo presidencial, abren el camino a la especulación.

Eso, más el hecho de que la ausencia esta semana del inquilino de Palacio en el púlpito de las mañaneras, han dejado claro por qué pelea con uñas y dientes la instrucción del INE de dejar de trasmitir íntegras esas conferencias matutinas.

Se ha observado claramente que, sin él en ese foro, la agenda es otra y los temas verdaderamente relevantes se tratan en el imaginario mediático del país. Sin las mañaneras el inquilino de Palacio sólo es un mal administrador público, con ellas, es un gran manipulador de la realidad a su interés y conveniencia.

EL ÚLTIMO PÁRRAFO. Deseo sinceramente que Andrés Manuel López Obrador se recupere de la enfermedad que lo aqueja y se reintegren pronto y al cien por ciento a sus responsabilidades que son muchas y de las cuales, todavía tiene casi todas pendientes. A México no le puede ir bien si la salud del Presidente de la República se deteriora.

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