Mientras en Querétaro todo es fiesta -aún- por Ronaldinho, y de que los boletos se agotan cada que toca jugar en el estadio Corregidora, y que se ha dicho que el jugador brasileño dará entrevistas VIP, en Europa el escandalo crece día con día luego de que está en destrucción un relato caramelizado del fútbol con primorosas fruslerías (goles, estrellas, fichajes y copas) que nos han vendido toda la vida.

Mi buena y querida amiga Claudia Mondragón, quien se encuentra de vacaciones en España y quien además es aficionada al futbol, me ha escrito infinidad de cosas que con rareza ha comenzado a notar desde su llegada a Madrid. Tierra de toros y de futbol y en futbol lo que se escucha y ve, es de lo más tétrico, me describe.

Por los subterráneos de los estadios circula una corriente de fraudes o presuntos, amaños o probables, comisiones, esas si evidentes,  y otras fechorías más sofisticadas, me decía mi amiga que incrédula también preguntaba

La Fiscalía Anticorrupción, a instancias del Departamento de Integridad de la Liga Profesional, quiere presentar querella por el amaño del partido Levante-Zaragoza (mayo de 2011) en el que el Zaragoza se libró del descenso después de ganar por 1-2, y no está de más decir que el Zaragoza era dirigida por el mexicano Javier Aguirre. A ello, sospecha la fiscalía que el Zaragoza, presidido por Agapito Iglesias, ingresó 120.000 euros en las cuentas de diez jugadores, dinero que, después del partido, fue entregado, a modo de soborno, a los jugadores del Levante por dejarse ganar. Pero, ¿dónde he oído esto, en dónde, en dónde?.

La corrupción en todos lados se da y regala y en México, no es la excepción. Aquí para empezar, la pasión ni el talento de los jóvenes jugadores de las fuerzas básicas bastan. En los clubes de primera división, las mordidas y el nepotismo son constantes. Es sólo una cuestión de dinero, dicen los testigos y al parecer, han sido muchos los que después hablan de ello.

Por la corrupción se pierden elementos valiosos, al tiempo que se deteriora el nivel del futbol nacional. El panorama, califican, se ve negro.

¿Se puede imaginar esta escena querido lector?.  Hay dos niños de 12 años en la cancha. Seguro no se conocen porque uno viene del barrio y el otro de la colonia. El primero juega en la calle donde se improvisa la portería con ladrillos y se pierde el balón tras la reja del vecino; el segundo, en una cancha de pasto sintético donde se compite un torneo intercolegial.

El primero esperó el autobús, el segundo bajó la ventanilla del auto de su padre. Los dos llegaron al mismo destino: la cantera. A él le tocó el chaleco amarillo; al otro, el anaranjado. Aquí son oponentes. Corren tras el balón, se lo quitan y van directo a la portería. No sólo se juegan el marcador, también el futuro pues son los prueban para entrar a la división juvenil. El ojo del entrenador está adiestrado para evaluar la técnica y el talento. Como en todo, es difícil calificar el deseo.

Había dos niños de 11 años en la cancha. El del barrio pobre regresará a su casa decepcionado. El del barrio rico tiene un lugar asegurado en las fuerzas básicas del equipo y aquí cabe decir que desde sus raíces, la realidad del futbol en México no cambia.

Y en Europa se espantan, tiemblan, crecen las dudas de la legitimidad del mejor futbol del mundo. Como bien dicen por ahí, en todos lados se cuecen habas y si se cuecen, pues no hay de otra que comerlas.

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