¿Cómo vamos con la pandemia? Es una de las preguntas más frecuentes en estos días, sobre todo en nuestra entidad. A nivel nacional, la tasa de contagios y muertes es abrumadora. México ha rebasado los 800 mil casos positivos y los 83 mil fallecidos.

No sorprenden tanto las cifras en comparación con otros países que tienen números más alarmantes, sino en cuanto a la tasa de mortalidad.

Somos el cuarto país con mayor número de muertes a causa de esta enfermedad y, además, tenemos la tasa más alta en el mundo, superior al 10%, esto es, de cada 100 enfermos 10 no logran superar el padecimiento.

Ello ha llevado a las autoridades federales a modificar el semáforo epidemiológico, trayendo consigo un revés para muchos estados, como Querétaro.

Cuando inició octubre, Querétaro había transitado al color amarillo en el referido semáforo, un escalón por debajo del anhelado color verde que permitiría la reapertura total de actividades. El semáforo amarillo permitió que muchos sectores, como el restaurantero o el de espectáculos y centros nocturnos, abriera nuevamente sus puertas, después de más de  seis meses.

No obstante, tal fue el repunte de casos que se registró el pasado fin de semana que, a criterio y parámetros del gobierno federal, Querétaro volvió este lunes al semáforo naranja.

Frente a ello, la respuesta del gobernador del estado fue contundente e inmediata, no seguir las indicaciones del gobierno federal y mantener la apertura en giros y actividades que, a la luz de esta nueva clasificación, deberían cerrar nuevamente. Ahora, en la glosa por el quinto informe de gobierno, el titular de la Secretaría de Salud estatal argumentó que este repunte se debe, en gran medida, a que han aplicado pruebas de detección de manera masiva y no tanto, a que sigan aumentando los casos.

Sea cual sea la razón, el punto es que los números de contagios, hospitalizados y decesos sigue en aumento y la presión social es tal que hace irreversible pensar en parar nuevamente actividades.

Me parece que la economía ha sido duramente lastimada por la política de encierro y, en efecto, lo conveniente es permitir que las y los ciudadanos puedan continuar en la medida de lo posible con sus actividades normales, pero también no podemos caer en la relajación y asumir que todo camina con orden y tranquilidad.

El virus sigue activo y ahora con la entrada del otoño, se intensificará y juntará con otras patologías, como la influenza estacional o la H1N1.

Frente a ello, es necesario que las autoridades refuercen las medidas de prevención e implementen brigadas de revisión masiva, no solo para aplicar pruebas y detectar personas infectadas, sino en cuanto a revisar que en los establecimientos mercantiles o de prestación de servicios, los dueños o encargados apliquen y respeten los protocolos de sanidad.

En cierta manera, debemos ver al semáforo no como un freno o un acelerador de la actividad económica, sino como una llamada de alerta y de prevención ante el crecimiento de la pandemia, una llamada que los gobernantes deben tomar en serio para actuar y tomar decisiones…más allá del costo político que ello les represente.

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