Tengo la fortuna —a veces lo veo como una bendición— de haber contado y de contar con un equipo de colaboradores, que ha resuelto y que siguen resolviendo mucho a lo largo del tiempo en todas y cada una de las responsabilidades en donde he tenido la oportunidad de ejercer recursos públicos o privados. El mayor de mis recursos, y lo digo con bastante conocimiento de causa, a lo largo de mas de veintidós años de servicio público y algunos más en la iniciativa privada, es el grupo de personas, colaborares, que se ha integrado o al que me han permitido integrarme en las diferentes posiciones y encomiendas.

A lo largo de este trayecto profesional, la convivencia, el esfuerzo, la pasión, la desesperación,  la inventiva, y sobre todo, la diversión, han permitido configurar una fórmula en donde nos hemos permitido aspirar a lograr grandes cosas, en donde el atrevimiento y el arrojo nos han permitido visionar, y más importante aún, ejecutar proyectos que han puesto claramente de manifiesto que podemos no solo atrevernos a soñar, sino que con los apoyos necesarios y la confianza de las autoridades y todos aquellos stakeholders que se involucran contundentemente, lograr aquello que nos propusimos.

En este universo de oportunidades —ya no digamos cielo—, existen sin embargo proyectos, acciones, gestiones e inclusive decisiones que no se han logrado, que, como en cualquier historia, constituyen el universo de experiencias que más que arrepentimiento, dejan aprendizaje. A estos “aprendizajes” quiero dedicarle una breve reflexión este martes #DesdeCabina.

Esas experiencias no logradas, esos proyectos a punto de lanzarse constituyen el portafolio de éxitos no festejados. Los llamo así porque la determinación con la que inicialmente fueron abordados nos permitió considerar el éxito y sobre todo la utilidad que éste traía a las partes interesadas o beneficiarios directos e indirectos del mismo. Dicho eso, fuera de todo apasionamiento, puedo declarar abiertamente que de lo único de lo que me he arrepentido es de aquello que no hice, y siento mucho orgullo al compartir que la lista de proyectos o acciones que no he hecho, por fortuna, es muy pequeña. Todo lo que un servidor y el equipo de colaboradores y amigos nos hemos propuesto, nos ha dejado como mínimo, el gran tesoro del aprendizaje.

¿Cuál ha sido el proyecto o actividad de la cuál nos hemos arrepentido?, de aquella que no hemos intentado, de aquella a la cual, por precaución excesiva, por comodidad, por no embarcarnos en esfuerzos de gestión que aparentemente pudieran parecer interminables o que no nos corresponden, desdeñamos y apilamos en la lista de ideas o acciones “soñadoras” y “poco factibles” por calificarlas a priori, por descartarlas debido a su complejidad, o a la reducida libertad de maniobra que se percibe.

Siempre he preferido arrepentirme de lo que hago y no de lo que dejo de hacer y, por fortuna, después de tantos años, y con la certeza y respaldo que me ha permitido el grupo de colaboradores con el que he tenido la oportunidad y bendición de colaborar a lo largo del tiempo, hoy puedo afirmar con bastante orgullo, que hay muy pocas cosas de las que me arrepiento en cuanto al emprendimiento y acciones en mi trayecto profesional. Hurguemos en esa lista y abordemos aquello que nos mantenga vivos y nos siga haciendo sentir útiles. La vida es corta.

@Jorge_GVR

Google News