“Para mí la pintura es una enfermedad, una embriaguez, una enfermedad de la que no me quiero deshacer, tú has visto mi punta y sabes qué es lo que he vivido, mis pinturas son mi diario”,  Edvard Munch, pintor y grabador noruego.

Hemos visto como icono de modernidad El grito, de Edvard Munch, siendo una de las pinturas más famosas de la historia, ese rostro pálido que se desvanece en los trazos, una figura que se pierde en el puente, sola y desconsolada, representante de los tiempos modernos, la ansiedad, angustia y el miedo.

El espacio da una sensación de inestabilidad, gracias a un fondo movedizo y desesperado, en su diario Munch explica la experiencia que converge a esta obra.

“Paseaba por un sendero con unos amigos, el sol se puso, de repente el cielo se tiñó de rojo sangre, me apoyé en una banca, muerto de cansancio, lenguas rojas y oscuras acechaban sobre el cielo azul de la ciudad, mis amigos continuaron y yo me quedé quieto temblando de ansiedad, sintiendo un grito infinito que atravesaba la naturaleza”.

Edvard Munch es un artista complejo desde la muerte de su madre a los problemas mentales de su padre, marcado por el drama y las emociones humanas  generalmente negativas, sus obras servirán como representación para el expresionismo.

Desde la depresión de la poeta Virginia Woolf, pasando por la posible bipolaridad del pintor Van Gogh y la heroinomanía del saxofonista Charlie Parker, la locura ha sido un término que engloba la variedad de trastornos mentales y que a lo largo de la historia se ha relacionado íntimamente con la creatividad.

En las artes se ha retratado la enfermedad mental de cualquier tipo, en mayor medida las más comunes como la depresión, la ansiedad y la dependencia a sustancias. Parecen exaltarse estas condiciones en quienes se han vuelto famosos; se les viste con el trastorno como si se tratara de un elemento que adorna su historia trágica e incluso se ve como algo cercano a la virtud: fuente de inspiración.

Pero ahondar en lo que implica realmente en sus momentos más extremos, como en el trabajo de Edvard Munch, nos puede causar aversión e incluso temor.

Actualmente hemos creado un pequeño mundo hostil en donde se comienza ha gestar lo peor del individuo, nos molestan los animales domésticos, cada vez hay más maltrato animal, infantil, más explotación sexual y más delincuencia.

Nuestra capacidad de gestionar estos hechos está limitada, no tanto porque no tengamos los recursos racionales sino por la acumulación de vivencia a causa de este mundo tan hostil. Es decir, es más fácil que se derrame la taza vacía en menos tiempo.

Entonces, ¿la creatividad artística tiene que ver con una disociación temporal? ¿Es necesario este alejamiento de lo establecido para crear con más profundidad una realidad alterna?

¿Cuántos son genios? ¿Cuántos locos? Y de ser así, tú como espectador, ¿qué consumirías?, ¿el bodegón y el paisaje, el desnudo y la belleza? o estarías dispuesto a instalar en tu sala de visitas una obra que te confronte con el concepto de un loco…

“Las personas creativas que no pueden dejar de explorar otros territorios mentales se encuentran en mayor riesgo, es como alguien que sube una montaña, tiene más riesgo que alguien que simplemente camina a lo largo de un carril en la aldea”, Ronald Laing, psiquiatra escocés.

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