Hoy vivimos un México polarizado. Las posiciones se han vuelto tan radicales en muchos casos que pareciera que no existe forma de encaminarlas o de reintegrarlas.

Quienes se sienten triunfadores denostan y quienes se sienten perdedores, atacan. Sus seguidores hacen eco de los mismos ataques y, en muchas ocasiones, de las mismas mentiras. De ahí los temores que se han generado para los días previos y posteriores a las elecciones. El problema de los radicalismos es que no terminan cuando acaba el partido de futbol, sino que la ira sale de la cancha, del estadio y se incuba en las casas. Lo mismo pasa hoy en nuestra política nacional. México se está partiendo y no existe una figura con suficiente autoridad moral para llamar al reencuentro y a la prudencia. Hemos construido una contienda de diferencias más que una contienda de coincidencias. Hay tantos llamados al odio entre semejantes que se ve lejano un proyecto de mexicanos luchando por un país en común.

Hemos perdido tanta perspectiva en este camino electoral que nos hemos cegado como sociedad. Hoy todo lo vemos en blanco y negro sin preguntarnos qué México queremos. No es lo mismo pensar en el México del futuro que en el candidato que preferimos, pues pensar que un candidato y posterior presidente cambiará en solitario el rostro del país es seguir creyendo en un Estado patrimonialista y unipersonal donde el tlatoani, rey o dictador decidirá los más mínimos detalles de nuestras vidas en un abandono de nuestras libertades más elementales. Un presidente podrá dirigir el rumbo de un país por un período, pero nunca dirigirá el rumbo de una sociedad.

El proyecto como sociedad, como ciudadanía es mucho mas trascendental que el sexenal. Habla de esta generación, pero también de las futuras. Habla de perseguir y conseguir la equidad para todos, de alentar la participación, de crecer como sociedad consciente de nuestro entorno, de un plan de convivencia pacífica entre ciudadanos sin la necesaria intervención del Estado. Por ello creo que la sociedad se puede apasionar, puede debatir, incluso puede gritar al marchar por una idea, pero nunca, nunca, puede dividirse por motivos políticos.

Y aunque los candidatos parecen estar colaborando poco a esa integración, debo decir que no he escuchado a ninguno de ellos hablar de fortalecer la inequidad, de alentar la inseguridad o de crear un sistema de corrupción más sólido en el México que viene. Ninguno ha hablado de continuar las diferencias entre hombres y mujeres o de mandar a los mexicanos en extrema pobreza al olvido.

Ninguno ha dicho que eliminará instituciones o que reducirá el número de centros de salud, escuelas o infraestructura . Este ejercicio mental no es un acto ingenuo, es una búsqueda de coincidencias sobre la base de un futuro común, pues al final ya estamos todos, los 125 millones de mexicanos, arriba de este barco y aunque uno sea el dueño del timón temporal nosotros como sociedad generamos un auténtico contrapeso que puede hacer virar la nave en el sentido que consideremos conveniente.

Por ello veo con agrado que exista una clara coincidencia de los candidatos en el combate frontal a la corrupción, y estaremos ahí para revisar que los mecanismos sean eficientes, transparentes, independientes y oportunos.  Oigo que todos hablan de sus diferentes formas de mantener un crecimiento económico sostenido, y estaremos ahí para dar la perspectiva de los empresarios, que si de algo saben es de cómo generar empleo y hacer crecer sus negocios.
Oigo a todos hablar del aumento del salario mínimo, enhorabuena, aunque ya vamos tarde a ese encuentro con la justicia distributiva. Escucho que todos hablan de escuelas y centros de salud con calidad, de mejoras regulatorias, de tecnología al servicio del ciudadano, y ahí estaremos para validar que las cosas se hacen bien y sin dilación.

También estaremos ahí  para seguir exigiendo otros temas relevantes que, aunque no son “taquilleros” electoralmente, apremian para darle sentido y continuidad a los esfuerzos que hace este país; temas como el presente y futuro del cuidado del agua del que aún no escucho propuesta alguna, o el plan a detalle sobre el combate o regularización de las drogas o un compromiso a detalle sobre límites claros a la deuda que asumen nuestros gobiernos. Ahí estaremos donde haga falta fondo a quienes sólo quieren comprar tiempo para ganar una elección.

Si los partidos no asumen el reto de pensar por todos, nosotros si lo haremos.  Pues el reto no es que nuestro respectivo candidato gane o pierda, sino que como sociedad podamos ver más allá de un sexenio que trascienda de la política como único medio de participación activa.

La acción ciudadana debe ser cotidiana, debe ser permanente, debe ser de reencuentro, de cause común; debe ser sin prisa, pero sin pausa.

México es de todos, es patria y es territorio, es pasado y presente, y es nuestra responsabilidad crear futuro viable para quienes vienen detrás.

Presidenta de Coparmex Querétaro

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