Hoy quiero compartir con Usted, quien me honra leyendo esta columna, un tema que a mi juicio reviste la mayor importancia en el entorno de todos quienes laboramos en empresas, instituciones, entidades públicas o privadas, etc. Me refiero al largo proceso de enseñar y formar cuadros para cuando llegan esos momentos de ceder los trastos o entregar la estafeta a quienes nos relevarán en tareas y responsabilidades diversas. Poco se piensa en ello, sobre todo si asumimos que siempre tendremos años por delante y nada de prisa. Sin embargo, como bien reza el dicho popular “No hay fecha que no se llegue, ni plazo que no se cumpla”. Nuestro implacable amigo el tiempo, se encarga de ello.

Si las personas reconociéramos esto como una verdadera necesidad, nos daríamos cuenta que preparar y formar jóvenes con oportunidades de asumir determinadas responsabilidades en su cotidiana labor profesional, nos permitirá observar y reconocer los perfiles y talentos para que ellos crezcan y fortalezcan su nivel personal de competencia y desempeño. Indudablemente el talento existe y es importante abrirle la puerta para que salga y se muestre. en todos los ámbitos.

Actividades tan trascendentales como la política, la cual requiere del ejercicio de responsabilidades que implican aspectos tales como la seguridad, bienestar, calidad de vida y oportunidades de desarrollo para una comunidad entera, debe contar con cuadros formados en sus respectivas ideologías que, aspirando a cargos de elección popular, reconozcan y entiendan que los ciudadanos necesitamos a personas preparadas para responder y atender las múltiples necesidades comunitarias con los valores universales como honestidad, compromiso y respetuosos de las leyes, en especial la del sentido común. Querétaro tiene talento y oportunidades, pero no deja de ser un reto.

Tengo una entrañable amiga con la que compartí responsabilidades laborales más de tres lustros y a quien quiero y admiro mucho. Ella es Lolita Leyva, quien el pasado viernes concluyó, por decisión propia, una etapa de más de veinte años de trabajo diario y de grandes responsabilidades. Ella ha sido una de las mejores formadoras de cuadros en su ámbito profesional. Una maestra para muchos jóvenes que, recién egresados, aspiraban a encontrar una oportunidad de empleo, que con el paso de los años y respondiendo a una visión de su jefa inmediata, fueron asumiendo retos y mostrando su talento, lo que permitió que en pocos años muchos de ellos crecieran y aspiraran a puestos más altos en la estructura laboral y en otros horizontes.

El tiempo que destinamos al trabajo es por lo menos una tercera parte del día y la convivencia nos obliga conocernos casi como se conoce a su familia y también nos permite establecer vínculos y propósitos en beneficio de la comunidad laboral que conformamos. Ella fue en todo ese tiempo una irremediable defensora de las oportunidades para sus pupilos en las promociones de nuevos puestos y reconocida por su generosidad personal, en especial la de compartir su tanta experiencia para capacitar y adiestrar a muchos que hoy han volado alto.

Recurrentemente Lolita y yo, hablábamos sobre la evolución y crecimiento de las mujeres y hombres jóvenes que poco a poco mostraban sus cartas en el juego cotidiano de resolver la veintena de problemas y situaciones que en nuestro ámbito se presentaban y llegábamos juntos a una conclusión muy importante: más allá de las políticas y normas, leyes y reglamentos, las empresas, los gobiernos, las instituciones, etc, están conformadas por personas y, son justamente las personas, quienes les dan sentido, prestigio y razón de ser. Hoy desde estas líneas le deseo a Lolita que en su anhelado  retiro, disfrute del merecido descanso sin dejar de compartir sus enseñanzas y su gran calidad personal que le distingue y aprovecho para agradecerle todo lo que compartimos tantos años.

Siempre será conveniente una mezcla de juventud y experiencia para acelerar los procesos en una comunidad. La juventud impetuosa debe reconocer el valor de la experiencia y ésta a su vez, debe reconocer la impostergable tarea cotidiana de formar cuadros para los tiempos de relevos que simple y llanamente llegan en su justo momento. Si los jóvenes aprenden pronto que solo el tiempo les dará el conocimiento y las cualidades como la paciencia, serenidad y templanza y el enorme valor que tiene el enseñar sin pecar de inocentes e incautos ante quienes en contraparte son clientes de la ambición desmedida, entonces será un mecanismo para tener gobiernos, instituciones y empresas, fuertes y sólidos, que garanticen que las nuevas generaciones tengan y mantengan la esperanza de vivir sus tiempo en esta gran comunidad que es el Querétaro nuevo que deseamos conservar.

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