Al ver el uniforme a cuadros de Croacia, el técnico mexicano, Miguel Herrera, planteó un duelo de ajedrez, pero al entrar Javier “Chicharito” Hernández, aquello se convirtió en una partida de damas chinas. El partido empezó a disputarse desde antes que empezará a rodar el brazuca. Primero, los aficionados mexicanos pasamos de la euforia de frenar a Brasil en su propia casa al sufrimiento cuando Croacia mostró todo su arsenal frente a la débil Camerún. Del éxtasis pasamos a la duda. ¿Y si Croacia nos da un baile como a los africanos? Pero México le metió tres goles a ese equipo, sólo que nos anularon dos, nos respondíamos para calmar las angustias. ¿Nuestra media cancha podrá contener a Modric que anda jugando muy bien?, nos volvíamos a atormentar. Pregunta tras pregunta. Mayéutica futbolística. Sócrates hubiera ser aficionado del Tri (el de futbol). El balón ya rodaba en nuestras mentes y planteábamos tácticas y estrategias para derrotar a los de cuadros rojos y blancos. El primer golpe vino en la conferencia previa al juego. En un intento por amedrentar al rival antes de salir a jugar, el técnico croata Niko Kovac, con su pose de mirrey amenaza y dice que a los mexicanos les deberían de temblar las rodillas cuando enfrente a Croacia. La escuadra europea se siente superior. Y la superestrella Modric amenaza: a mejores porteros que Memo Ochoa le hemos anotado. Pero Croacia olvida un detalle, en el duelo entre mexicanos y croatas, el Tri ya los ha derrotado en Mundial. Herrera lejos de engancharse, encaja la entrada ruda del rival y apela a uno de los mejores jugadores que ha tenido esta selección en la justa mundialista: la afición, quien del odio por la pésima eliminatoria ha pasado al amor incondicional. Y pide que la afición haga sentir a los croatas todo el peso del estadio, que canten el himno nacional a todo pulmón. ¡Oh la afición mexicana, que siempre en cada Mundial da de que hablar! Ahora, a punto de recibir tarjeta amarilla de FIFA por el grito de guerra cuando despeja el portero rival se siente amenazada y decide desafiar gritando más fuerte. Con la rabia contenida, los jugadores tenochcas salen a disputar el duelo con los balcánicos. La Arena Pernambuco en Recife parecía una sucursal del Estadio Azteca o del Estadio Coruco Díaz, por la humedad que prevalece. Desde el canto del himno nacional se impuso la selección mexicana. Cantada por más de 25 mil mexicanos, es el primer motivador de esta selección que sólo espera un pretexto para rozar la gloria. El juego empieza ríspido. Croacia quiere imponer su músculo, su fuerza. Quiere convertir la cancha en guerra de trincheras donde hay que pelear a muerte por cada línea. La defensa mexicana no desentona y cierra filas. La media cancha nacional tiene la dura misión de contener a uno de los jugadores más talentosos de planeta y los nervios a flor de piel se asoman en los primero minutos. En el ataque, Giovanni y Peralta aislados tienen que enfrentarse a una muralla croata, y esperar que los ataques por las laterales les surtan de balones, pero estos llegan de manera escasa porque la batalla está en el medio campo y Croacia impone su ley. Sin balones, Peralta tiene que moverse para buscar que le llegue juego. Giovanni, intermitente, anulado como los goles que no le contaron ante Camerún. Cuando parece que la táctica croata de trincheras se impone, en una vistosa triangulación, el brazuca le llega a Héctor Herrera, quien dispara un misil que se estrella en el travesaño. Ese es el despertar de la selección mexicana, que se da cuenta que pueden contener a los europeos y empiezan a tocar el balón. Croacia le apuesta al juego aéreo, espera que México cometa un error de marcación. Herrera ha planteado el juego como si fuera ajedrez, ahoga a la delantera rival que tampoco tiene balones a modo. Intenta tener el control de medio campo pero el balón tampoco le llega a sus delanteros. Alfiles y caballos se neutralizan en la media cancha del estadio en Recife. Así termina el primer tiempo. Sin un claro dominador pero con los primero indicios de que las líneas croatas pueden ser vulneradas. En la pausa de medio tiempo, de nuevo las dudas en la afición mexicana que en el estadio o frente al televisor empieza a hacer planes. Que si Layún anda mal, que si Giovanni, que si Chicharito tiene que entrar. Y arranca la segunda mitad con la misma tónica. Croacia no se puede acercar de manera clara al arco mexicano, y cuando un defensa es superado, aparece su relevo para sacar al croata del área grande. Tenso el juego. El músculo croata empieza a cansarse y es momento de la imaginación mexicana. Chicharito, levántate y anda, parece decir Herrera y como por arte de magia, sus movimientos al frente crean un caos en la línea defensiva croata que ya no sabe cómo marcar. La entrada de Javier Hernández, que sustituye a un Dos Santos que parece como adormilado, es el antídoto que necesitaba la selección para perforar la portería europea. El juego deja de ser de ajedrez para convertirse en uno de damas chinas. México aumenta las revoluciones por minuto y empieza a tocar el balón ante unos impávidos croatas que no dan crédito. Primero, un tiro de Guardado que va directo al arco pero que en su camino se atraviesan las manos de un defensa croata. Es penal clarísimo pero el árbitro no ve nada y no marca. Javier Hernández desesperado le reclama inútilmente pero los árbitros no aceptan recursos de apelación ni amparos. Enseguida, un tiro de esquina que por poco y se convierte en gol olímpico. La escuadra tenochca avisa que está al abordaje. Después, en otro cobro de esquina, el capitán Rafa Márquez conecta de cabeza para perforar las vallas enemigas y abrir el marcador al minuto 71. Las murallas croatas se han derribado y el ataque mexicano entra a placer en territorio croata. En un rápido despliegue, Chicharito conduce por media cancha, abre a Peralta, quien ve que la marca se va a cubrir al propio Hernández y decide centrar a Guardado, quien, sin marca, dispara a placer y anota el segundo. Croacia opta por matar o morir. Se va al frente y casi consigue abrir el marcador pero un milagroso Héctor Moreno aleja el balón de la portería azteca. México decide responder el golpe y en otro tiro de esquina, el capitán Márquez peina en el área y en una rapidísima jugada de desmarque, Javier Hernández queda sol para rematar a gol y anotar el tercero. El juego ha sido liquidado. Y aunque la goleada está al alcance de la mano, y con ello el liderato de grupo, la defensa croata ya no permite más goles y su delantera, en una exhibición de amor propio, aprovecha un descuido de la zaga mexicana, que ya estaba pensando en cómo enfrentar a la poderosa Holanda, y anotan el de la honra. Después de eso, México se dedica a pasear el balón y a esperar que el árbitro silbe el final. Misión cumplida, México ha vuelto a superar la ronda de grupos y vuelve a colocarse entre los 16 mejores del mundo nuevamente. Es la misma vieja historia que conocemos desde 1994. Ahora falta saber, si este domingo logran superar su barrera y se califican al mítico quinto partido, porque un domingo cualquiera, se puede derrotar al mejor equipo… Un domingo cualquiera. *Periodista y sociólogo

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