Leo constantemente desde hace al menos un año que si las corcholatas por aquí, que si las corcholatas por allá, que si Adán, que si Claudia, que si Marcelo; que si van a un lado les gritan ¡Presidenta, presidenta! O ¡Presidente, presidente!, según sea el caso.

Observo también las mediciones —encuestas, sondeos, etcétera— en las que se ubica a tal o cual ‘corcholata’ y las preferencias de las que presumiblemente gozan en el imaginario colectivo.

Amén de que para la elección del 24 falta todavía mucha agua por pasar bajo el puente; bien vale la pena comenzar a desmenuzar algunos aspectos que, me parece, muchos están perdiendo de vista al momento de “analizar” el fenómeno sucesorio del México de dentro de 25 meses. Pero, como dijo Jack el Destripador: “Vámonos por partes”.

Primero, dice el inquilino de palacio que, para él, hay al menos cuatro corcholatas con posibilidades de sucederlo en el cargo, a saber, Claudia Sheinbaum, Adán Augusto López, Marcelo Ebrard Casaubón y Ricardo Monreal Ávila —sí, ya incluyó al zacatecano en la lista, aunque más por capricho y estrategia que por convicción—.

Segundo, dice también el tabasqueño que de estas “corcholatas” saldrá un ganador, vía encuestas… ¡Bueno! Ojalá que esas mediciones no seán como todas las anteriores en su partido, opacas y sin explicaciones.

Tercero, el ganador de esa ‘encuesta’ no será otro que aquél al que el inquilino de palacio le vea más posibilidades, no sólo de competir, sino de garantizarle continuidad a su “proyecto”, pero, sobre todo, de garantizarle inmunidad a él y a su familia y, finalmente.

Cuatro, el inquilino de palacio tiene claro que una ruptura al interior de su movimiento pone en riesgo su “legado” y le abre la puerta a la llegada de un opositor suyo, aunque sea de su mismo movimiento.

Los obradoristas afirman con convicción, pero errados en el análisis, que con quien pongan podrán obtener el triunfo por dos razones básicas: hoy en día no hay una oposición real que pueda competir unida frente a la corcholata presidencial y mucho tienen de razón en ello, pero eso no es todo.

Además, estiman que la popularidad de su mesías será suficiente para que el o la corcholata designada por el gran elector de Macuspana, arrase con la elección del 24. Nada más equivocado. Las simpatías, los puntos positivos, los respaldos, los avales y la confianza no se heredan y si lo dudan, que le pregunten a Francisco Labastida Ochoa o a Josefina Vázquez Mota, o a José Antonio Meade Kuribreña, no, el aval electoral, no se da en automático.

Olvidan muchos que ni Claudia, ni Adán, ni Marcelo, ni Ricardo, son Andrés y si no, al tiempo. ¡Digo!

El último párrafo. Pasó la Ley de Aguas en el Congreso local y, más allá de lo que pienso de ella y de la forma tan mostrenca en la se llevó a cabo el proceso legislativo, quiero refe rirme al nivel de discusión y argumentación parlamentaria que vimos el pasado jueves en la tribuna del Congreso local: Descalificaciones sin argumentos de la oposición y hasta con una retórica de primaria; frente a un vago intento de defensa sin fundamentos y pobre de ideas del oficialismo. Salvo el caso del priista Paul Ospital, los demás están para llorar. ¡Les digo! Quejas, dudas y comentarios en

Twitter: @Paniagua_Fer7

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