Con un abrazo cariñoso a Fernando Zertuche

Es difícil comprender a las personas. Una a una son un enjambre de ideas, ambiciones, frustraciones, telarañas, heridas y demás, que resultan indescifrables. Creo que todos lo sabemos. Y no solo la sabemos, lo vivimos. Pero si ello es complicado resulta mucho más arduo tratar de entender a los grandes grupos humanos, piense usted en partidos, sindicatos, seguidores de un equipo de futbol, comedores de hamburguesas, patinadores sobre hielo. Pensemos, por ejemplo, en nosotros, los mexicanos.

El primero de diciembre de 2020, Alejandro Moreno publicó en El Financiero los resultados de una encuesta. Preguntó: “¿cómo calificaría la manera en que el gobierno de López Obrador está tratando los siguientes aspectos?”. Eran siete y solo en dos hubo más aprobaciones que reprobaciones. Educación 41% bien contra 37% mal (dejamos fuera los que respondieron ni bien ni mal y que no sabían); corrupción 39 contra 37. En los otros cinco renglones los resultados fueron: salud 35 a 37; seguridad pública 28 a 54; economía 25 a 49; empleo 20 a 51 y feminicidios 11 a 55. Es decir, nada muy halagüeño. Malestar, desencanto, por encima del juicio positivo.

No obstante, al preguntar a las mismas personas si aprueban o desaprueban la gestión del presidente, 64% dijo aprobarla y 33 desaprobarla (por cierto, ese 64% es idéntico al del presidente Calderón para la misma fecha y cercano al de Fox -59%-). El 60% lo consideró honesto, el 50 con capacidades de liderazgo y solo el 37 con capacidad para ofrecer resultados. Es decir, la mayoría piensa que no lo está haciendo bien en salud, seguridad pública, economía, empleo y feminicidios (sobre muchos otros asuntos no se preguntó), pero al final hay una mayoría que aprueba su trabajo. No solo eso, solo una manifiesta minoría le otorga capacidad para dar resultados, pero ello parece no importarles a muchos de ellos.

No es, por supuesto, el único acertijo digno del Guasón. El 28 de enero otra encuesta de Reforma nos informó que mientras en noviembre el 41% de las personas consideraban equivocada la estrategia del gobierno federal para enfrentar el coronavirus, para enero esa desaprobación había subido hasta el 53%. No obstante, a la pregunta “¿aprueba o desaprueba la forma en que el presidente está manejando la situación del Coronavirus”, 52% dijo aprobarla. Es un reto mayor saber que pasa por cada cabecita, pero el desafío se vuelve casi imposible, me parece, cuando pensamos en una muestra representativa de millones de personas.

Formo parte de un chat de amigos que ante esas espinosas cuestiones esbozamos intentos de respuestas. ¿Será más fuerte la fe que la realidad? ¿la esperanza que el desencanto? ¿se trata de pura y dura esquizofrenia? ¿acaso es una falla en el método de las encuestas? ¿es un misterio inexpugnable?

Doy un salto y les cuento que estoy leyendo la novela de Héctor Abad Faciolince, La Oculta (Alfaguara, 2015). Tres hermanos (un hombre y dos mujeres) narran su vida, estrechamente ligada a la historia de una finca en un paraje medio perdido de Antioquía. Su experiencia es diversa, preñada de altas y bajas, de episodios placenteros y otros horribles. “Pero a pesar de que a veces nos diera motivos para dejar de quererla (se refieren a su hacienda, La Oculta), no la podríamos abandonar sin sentir que al mismo tiempo estábamos traicionándonos, renunciando a nosotros mismos, a nuestros apegos e ilusiones más queridas”.

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