Esta semana, el Inegi dio a conocer cifras preliminares de homicidios cometidos en la primera mitad de 2021.

A primera vista, parecería que estamos ante una buena noticia: de enero a junio del año pasado, se habrían registrado 16 mil 972 homicidios, lo cual se compararía positivamente con los 18 mil 057 ocurridos en el mismo periodo de 2020. Eso significaría una caída de 6%, el mayor ritmo de caída desde 2014.

Sin embargo, esa comparación es un poco engañosa por razones que describe el propio Inegi en su boletín de prensa: “Al publicar la información correspondiente a todo el año 2021, las cifras preliminares, que se darán a conocer el 27 de julio de 2022, incluirán casos que corresponden al primer semestre de 2021, pero que fueron captados durante el segundo semestre de ese mismo año. En este sentido, la estadística preliminar semestral es un registro sujeto a modificaciones y puede presentar diferencias con respecto a la versión preliminar anual y a la versión definitiva anual, por lo que debe utilizarse bajo esta consideración.”

Puesto de otro modo, va a haber un ajuste al alza en las cifras, tal como sucede todos los años. En enero de 2021, el Inegi anunció que el total preliminar de homicidios ocurridos en el primer semestre de 2020 eran 17 mil 123. En los datos definitivos, publicados en octubre del año pasado, el total del periodo enero-junio aumentó a 18 mil 057, un incremento de 5.5%.

Vale la pena destacar que estos cambios no reflejan mala fe de ninguna autoridad. Son sólo muestra de los rezagos en la captura de información en los registros civiles del país. No es algo nuevo ni debe generar alarma. Muchos países enfrentan dificultades similares en la construcción de sus estadísticas vitales, tal como ha quedado demostrado durante la pandemia.

A sabiendas de que la cifra dada a conocer por el Inegi va a sufrir un ajuste, ¿qué se puede hacer con ella? ¿Es comparable con algún otro dato? Sí, con las cifras preliminares presentadas por el propio Inegi en enero del año pasado.

Y ese ejercicio arroja un resultado mucho menos alentador: los homicidios habrían disminuido sólo 0.9% en el primer semestre de 2021, comparado con el mismo periodo de 2020. Pero hay además un efecto del calendario que debe considerarse: 2020 fue un año bisiesto y tuvo por tanto un día más que 2021. Al hacer ese ajuste, resulta que la caída fue de apenas 0.3%. Es decir, casi nada.

No sabemos aún con precisión qué sucedió en la segunda mitad del año pasado. Es posible que, tomando como base las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, haya habido una disminución un poco más pronunciada en el segundo semestre. Pero, aun así, es altamente improbable que las cifras definitivas del Inegi muestren un cambio significativo de tendencia. Para todo fin práctico, el país se mantuvo a lo largo de 2021 en una alta meseta homicida, muy cerca del máximo histórico en términos absolutos (aunque no en términos de tasa).

Conclusión: no hay que irse con la finta y comparar datos preliminares con cifras definitivas. Eso acaba llevando a interpretaciones que no corresponden con la realidad del país.

Las peras con las peras, las manzanas con las manzanas.

alejandrohope@outlook.com
Twitter: @ahope71

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