En los últimos días hemos visto cómo algunos indicadores económicos que se habían mantenido más o menos estables después de la elección del primero de julio, han comenzado a dar señales de deterioro. El índice de la Bolsa Mexicana de Valores, la paridad peso dólar, la inflación muestran signos preocupantes justo cuando ya faltan menos de 40 días para la llegada del nuevo gobierno. A esto hay que agregar el que una de las calificadoras más importantes, Fitch, ha reducido la calificación de la deuda de Pemex, de estable a negativa. No se necesita ser un experto para darse cuenta de que en materia económica se han prendido los focos amarillos. En algunos sectores de la sociedad, el pesimismo va en aumento.

Son muchos y muy variados los factores que afectan la economía, algunos son externos y otros, internos. Entre los externos hay que considerar que la crisis económica que se vive en países como Italia, Argentina, Turquía, termina por pasarle también factura a nuestra economía; está afectando también la cercanía de la elección intermedia en Estados Unidos, en la que el presidente Trump podría alzarse con una nueva victoria que le permita mantener la mayoría en el Congreso; y, en los últimos días, las complicaciones que nos ocasiona el inesperado y nutrido éxodo de migrantes centroamericanos, la mayoría de ellos hondureños, que están atravesando nuestro país con la intención de llegar a EU, sólo por mencionar algunos.

Entre los factores internos señalaría los que tienen que ver con el cambio de gobierno en el que estamos inmersos y que como en ocasiones anteriores está generando espacios de incertidumbre. Pero, no tengo ninguna duda, el tema que más incide y que más peso tiene es la cercanía de la —para muchos— incomprensible consulta sobre la continuación o no de la construcción del nuevo aeropuerto en Texcoco (NAIM). La consulta, que inicia el día de mañana, independientemente de cuál sea el resultado de la misma, ha generado mucho nerviosismo y ya está teniendo un fuerte impacto en los mercados.

Vale la pena recordar que durante muchos años las finanzas públicas fueron en México sinónimo de crisis recurrentes. Cada seis años, coincidiendo con el cambio de gobierno, al final o al inicio del sexenio, padecimos severas crisis económicas que dañaron gravemente a nuestro país. Afortunadamente, después de la terrible crisis de 1994, nos hemos venido acostumbrando a que los cambios de gobierno, aunque impliquen un cambio de partido en el gobierno, no han traído aparejada una crisis económica; además, se ha venido generando consenso sobre lo importante que resulta para el futuro del país cuidar la economía. Por eso es tan preocupante lo que vemos. Cuando como ahora las cosas no pintan bien en el ámbito internacional, es mucho más importante el manejo responsable de los temas que pueden afectar las finanzas públicas. No podemos repetir los errores que en épocas pasadas tanto costaron a nuestro país.

El presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, llega con el respaldo de más de la mitad de los electores que le dieron su voto y una cómoda mayoría en las dos Cámaras del Congreso de la Unión, lo que le da un enorme margen de gobernabilidad y un bono democrático como no se había visto en la historia reciente de México. Por lo que se está perfilando, 2019 será un año sumamente complicado para todo el mundo y México no será la excepción. Será un año de enorme volatilidad política y económica en muchas regiones del planeta que generarán una gran incertidumbre en los mercados internacionales y sus efectos se darán en prácticamente todas las variables financieras. México debe de estar lo mejor preparado posible y no correr riesgos innecesarios.

Google News