Todos los días, al levantarme, lo primero que hago es buscar mi imagen en el reflejo del espejo. Me busco en la mirada para explorar el cuerpo entero. Pareciera que intento descubrir algún cambio respecto al día anterior o, por el contrario, confirmar que todo aún se mantiene. Esa es la rutina de un día cualquiera, de un martes o un sábado, en la que existe una agenda, una estructura de traslados, de desplazamientos, de movimientos cotidianos insertos en lo laboral, lo doméstico, lo social.

Nos movemos con cierta inercia, empujados por el flujo al que cada uno pertenece. Y nuestros cuerpos se adaptan a esos continuos vaivenes, vamos y venimos con la cadencia que nos marca nuestro propio ritmo.

Cuerpos que se transforman
Cuerpos que se transforman

El reposo de mi cuerpo comenzó el 14 de marzo. Al día de hoy, es difícil diferenciar los lunes de los viernes, o los miércoles de los domingos. Ni siquiera el espejo ayuda, la imagen de mí reflejada en él me confunde. Busco, a través de la ropa elegida para ese día, de los zapatos, del maquillaje o el peinado, encontrar pistas que me sitúen en una fecha precisa. Pero no ha sucedido. El despertador simplemente ha sido desactivado, no  necesito programar una máquina que me predisponga para empezar el día; al contrario, pareciera que el estado de vigilia, de alerta, me dictan las horas de sueño. Con más detenimiento exploro mi rostro,  recorro mi cuerpo desde distintos ángulos. La sorpresa no me asalta, era de esperarse. Las primeras consecuencias se hacen visibles: ojos hinchados, un rostro que almacena todos los líquidos del día anterior, cabello que se muestra desordenado pero no solo como resultado de la almohada, sino que es producto de la agitación que revuelca los pensamientos y los descompone,  es cabello que sigue su crecimiento sin importarle nada, cabello que ha perdido el trazo de la línea que dibujaba el contorno de mi rostro; labios secos y deshidratados. Gesto de incertidumbre.

Cuerpos que se transforman
Cuerpos que se transforman

Encuentro un cuerpo que duele. Nunca he sido de esas personas que pueden seguir acostadas por horas después de haber despertado, a mí la cintura me reclama. Pareciera que en la cama de pronto aparece una irregularidad sobre la superficie  que me molesta tanto que es imperioso levantarme y estirar mi espalda. Si permanezco mucho tiempo sentada, todo se concentra en mis rodillas, me pesan, me dificultan todo. Pero esa inmovilidad, ese reposo en constante pausa, se está acumulando también alrededor de mi cintura, se está trasladando a mis caderas y de a poco se va apoderando de mi cuerpo entero. La inmovilidad se está instalando también en mi mirada, en esa que examino a diario para saber que sigo aquí. Y en efecto, esos encuentros de cada mañana no son iguales al día anterior, nunca lo serán. Si hiciéramos un registro de las imágenes que nos devuelve el espejo, nos encontraríamos con cuerpos que se transforman, se ensanchan, se hinchan, se vacían, se des estructuran en un tiempo que parece otro.

Una mañana desperté de golpe —como muchas otras madrugadas en las que un sueño, un ruido, una preocupación, sacudieron mi cuerpo y mi paz— y me sorprendí abrazada a mí misma. Me dolía el cuerpo, la tensión aún seguía jalando mis hombros, mi cuello. Me levanté dispuesta a tomar un baño, y como cada mañana, me paré frente al espejo para reconocerme, entonces encontré las huellas. Me había abrazado tan fuerte que mis dedos quedaron marcados en el brazo, protegiendo un cuerpo, mi cuerpo. Las arrugas de las sábanas dibujaron líneas a lo largo de mi torso, caminos enrojecidos, guías que recorren y atraviesan. Entonces me supe sola, me dolió contener tantos miedos. Atrapé en esas marcas la inmensa angustia de saberme diferente. Mi imagen era otra, distinta, no era un cuerpo roto pero sí abollado.

Cuerpos que se transforman
Cuerpos que se transforman

Mi cuerpo es un cuerpo que se ensancha, que se expande, que no sabe dónde ni cómo contenerse a sí mismo. Es un cuerpo que se ha transformado, que ha respondido a los estímulos de su entorno.

En medio de todo esto, esos cuerpos en reposo que habitan una cama, una habitación, una casa, un nombre... al final, esos cuerpos serán otros, sin saberlo.
Piedad MG. Mayo 25, 2020

Twitter: @CDomesticada
Piedad es artista visual con maestría en Diseño e Innovación en EspaciosPúblicos.

Actualmente es profesor de cátedra en el Tec de Monterrey campus Querétaro.

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